Takuya yagami en The Beginning After the End

Chapter 3: El despertar de un genio



El patio trasero de la mansión siempre había sido un lugar tranquilo. Los árboles altos brindaban sombra, y el sonido de los pájaros llenaba el aire. Pero esa calma se rompió una mañana, cuando Cyan, a días de cumplir cinco años, culminó su experimento más audaz. 

Durante meses, había trabajado en silencio, practicando técnicas de respiración y concentración que había adaptado de su vida pasada. Los textos mágicos en la biblioteca familiar habían sido un punto de partida, pero Cyan había ido más allá, desarrollando su propia teoría: el núcleo de maná no era un límite, sino una base. 

—Si los órganos del cuerpo pueden duplicarse y trabajar juntos, ¿por qué no los núcleos de maná? —había murmurado días antes, mientras escribía sus notas en un pergamino oculto. 

La idea no solo era revolucionaria; era peligrosa. Pero Cyan estaba decidido a probarla. 

La práctica había sido agotadora. Formar un núcleo era como construir un órgano desde cero, un proceso que requería paciencia y precisión. Cyan había comenzado con un núcleo principal en su pecho, acumulando fragmentos de energía del ambiente y de su propio cuerpo. Una vez que ese núcleo tomó forma, se enfocó en crear dos más pequeños, que giraban alrededor del principal como satélites. 

En la mañana de su despertar, Cyan se sentó en el centro del patio trasero, con los ojos cerrados y la mente completamente enfocada. Su respiración era lenta y profunda, mientras canalizaba las últimas partículas de energía necesarias para estabilizar los tres núcleos. 

De repente, un calor abrasador llenó su cuerpo. Los tres núcleos, oscuros y densos como pozos de sombra, se sincronizaron en un solo pulso. La energía acumulada era tan intensa que no pudo contenerla. 

—¡¡que demonios!! —gritó Cyan, aunque no había nadie cerca para escucharlo. 

La explosión fue repentina. Una onda expansiva recorrió el patio, derribando ramas, levantando polvo y haciendo que los sirvientes dentro de la mansión se detuvieran en seco. 

El primero en llegar al patio fue Jamiel, su hermano menor, quien lo encontró de rodillas en el suelo, jadeando pero ileso. 

—¿Cyan? —preguntó Jamiel, su tono lleno de preocupación mientras corría hacia él. 

Cyan levantó la mirada, todavía recuperándose del esfuerzo. Una débil sonrisa apareció en su rostro. 

—Lo logré, Jamiel... tres núcleos. 

Jamiel lo miró incrédulo. No Sabía lo que Cyan había estado intentando, pero escuchar que realmente lo había logrado lo dejó sin palabras. Antes de que pudiera responder, sus padres llegaron al lugar, seguidos por algunos sirvientes alarmados. 

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó su padre, con una mezcla de enfado y preocupación al ver los destrozos en el patio. 

—Desperté mis núcleo, padre. —Cyan se puso de pie lentamente, con una expresión solemne—. 

El silencio que siguió fue abrumador. La incredulidad se reflejó en los rostros de todos, excepto en el de su madrastra, quien observaba a Cyan con una mezcla de frialdad y disgusto. 

—¿Tu núcleo? Eso no tiene sentido —dijo ella, cruzando los brazos—. Es una exageración. Seguro que solo está confundido. 

—No estoy confundido —respondió Cyan con firmeza, pero sin alzar la voz—. Lo siento dentro de mí. 

Su padre lo miró fijamente, como evaluando la verdad en sus palabras y con la explosión causada. Finalmente, suspiró. 

—Si esto es cierto, Cyan, lo cambia todo. Pero no debemos apresurarnos. Este despertar es solo extraño . 

Mientras los sirvientes comenzaban a limpiar los destrozos, la madrastra se retiró sin decir una palabra más, pero Cyan pudo sentir su desdén. Jamiel, en cambio, permaneció a su lado, ayudándolo a mantenerse en pie. 

—Eres increíble, Cyan. —Jamiel lo miró con admiración—. Cuando yo despierte, quiero ser como tú. 

Cyan sonrió, aunque en su interior sabía que las cosas no serían tan simples. 

Esa noche, mientras descansaba en su habitación, Cyan revisó sus notas. Su mente no podía dejar de pensar en lo que había leído sobre los monstruos de mazmorra. Según los libros, estas criaturas obtenían su energía directamente del ambiente, absorbiendo maná sin la necesidad de un razonamiento o pensar. 

—Si los monstruos pueden hacerlo, ¿por qué no los humanos? —pensó en voz alta. 

Decidió compartir su teoría con Jamiel al día siguiente, durante una práctica de esgrima. 

—Hermano, ¿has pensado en cómo los monstruos de las mazmorras sobreviven y pueden usar mana? —preguntó Cyan mientras bloqueaba un golpe de práctica. 

Jamiel frunció el ceño, pensativo. 

—Supongo que absorben maná del ambiente, como dicen los libros. 

—Exacto. Pero eso significa que tienes que razonar para tenér un nucleo no es la única forma de canalizar energía. Podría haber otra manera, algo que aún no hemos descubierto talvez absorción de Maná al caminar como los mounstros. 

Jamiel lo miró con asombro. 

—Eres muy listo, Cyan. Siempre estás pensando en cosas que los demás ni siquiera consideran. 

—No es cuestión de ser listo. Solo quiero entender cómo funciona este mundo. 

Días después, llegó el cumpleaños de Cyan. Aunque su madrastra se mantuvo distante, su padre organizó un gran banquete para celebrar el despertar de su hijo mayor. Los sirvientes decoraron la mansión con flores y luces, y la familia recibió a numerosos invitados. 

Durante el evento, Cyan se mantuvo cerca de Jamiel, quien no se apartaba de su lado. 

—¿Qué pedirás como regalo, Cyan? —preguntó Jamiel, su voz llena de curiosidad. 

—Nada material. Quiero tiempo para entrenar contigo, Jamiel. 

El pequeño lo miró sorprendido, pero luego sonrió ampliamente. 

—¡Eso será divertido! 

Esa noche, mientras los invitados brindaban y celebraban, Cyan observó a su familia. Aunque sentía el rechazo de su madrastra, encontraba consuelo en la cercanía de Jamiel y la aprobación de su padre. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero no estaba solo.


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