Chapter 2: el Camino del Guerrero
La biblioteca del castillo era inmensa, con paredes cubiertas de estanterías llenas de libros polvorientos. Cyan pasaba horas allí, explorando textos de historia, magia y anatomía. Su fascinación crecía a medida que absorbía conocimientos, especialmente sobre la formación del núcleo de maná, un concepto que solo había oído mencionar de pasada.
Un día, mientras hojeaba un volumen titulado "Fundamentos del Maná y su Núcleo" , encontró algo que resonó profundamente en él:
"El núcleo de maná es un órgano intangible, una manifestación de la energía vital de un ser vivo. Su color inicial refleja las impurezas del cuerpo y su claridad aumenta con la práctica y el tiempo. Aunque se cree que cada individuo puede tener solo un núcleo, hay registros de anomalías..."
Cyan se detuvo. Las palabras "anomalías" y "nucleos" despertaron su curiosidad. Cerró el libro con cuidado y se sumergió en sus pensamientos.
"Si el núcleo es como un órgano y puede evolucionar, ¿qué impide que haya más de uno? En mi mundo anterior, las personas podían vivir con un solo riñón o un solo pulmón. Pero, ¿qué pasaría si pudieras tener más? Serías más eficiente, ¿no?"
El concepto era fascinante. No tenía forma de probarlo todavía, ya que su propio núcleo no había despertado, pero la idea quedó grabada en su mente como un objetivo a explorar.
El entrenamiento físico era parte de su rutina diaria, supervisado por Duncan Harthwood. Aunque Cyan no tenía la fuerza bruta de los guerreros experimentados, destacaba por su agilidad y técnica. Usaba movimientos rápidos y precisos, integrando los conocimientos de artes marciales de su vida anterior.
—Ese movimiento que acabas de hacer… —dijo Duncan, cruzando los brazos mientras observaba—. No es común entre los espadachines de este reino. ¿De dónde lo aprendiste?
Cyan sonrió levemente, levantando la espada de madera que usaba para practicar.
—Es un estilo de combate que desarrollé… en otro lugar. Combina velocidad y técnica con precisión.
Duncan levantó una ceja, intrigado.
—Muéstramelo.
Cyan asintió. Adoptó una postura baja, con la espada frente a él, y comenzó una serie de movimientos fluidos que mezclaban golpes rápidos, esquivas y contrataques precisos. Aunque la espada era tosca y desequilibrada, Cyan compensaba con su control impecable.
—Interesante —comentó Duncan, rascándose la barbilla—. Pero carece de fuerza bruta. Si te enfrentas a alguien con un núcleo de maná activo, necesitarás algo más que técnica.
—Lo sé —respondió Cyan, deteniéndose para tomar aire—. Pero hasta que despierte mi núcleo, debo confiar en mi cuerpo y mi mente.
Duncan asintió con respeto.
—Entonces sigamos fortaleciendo ambos.
Una tarde, Cyan se sentó en la cocina con Seraphine, una de las sirvientas que solía hablarle sobre medicina y anatomía. Ella era una mujer joven una antigua maga sanadora y curiosa, siempre dispuesta a compartir lo que sabía.
—Seraphine, tengo una pregunta sobre el cuerpo humano —comenzó Cyan, apoyando los codos en la mesa.
—¿Qué tipo de pregunta? —respondió ella, sirviendo té mientras lo miraba con interés.
—Si alguien pierde un pulmón o un riñón, puede seguir viviendo, ¿cierto?
Seraphine asintió.
—Sí, aunque con limitaciones. El cuerpo humano es adaptable, pero no es ideal.
—¿Y qué pasaría si alguien tuviera más de uno? —continuó Cyan, entrelazando las manos—. Digamos, tres riñones o dos corazones. ¿Sería más eficiente?
Seraphine frunció el ceño, pensativa.
—En teoría, sí. Más órganos significarían más capacidad. Pero eso no ocurre de forma natural.
Cyan asintió lentamente.
—Es lo que pienso sobre el núcleo de maná. Si se forma como un órgano, ¿por qué no podría haber más de uno?
La mirada de Seraphine se iluminó con comprensión, pero también con cautela.
—Eso sería… revolucionario. Pero también peligroso. La energía del maná ya es difícil de controlar con un núcleo. ¿Imaginas lo que sería con varios?
—Lo imagino todo el tiempo —respondió Cyan, con una sonrisa enigmática—. Pero primero debo formar el primero.
En una de sus caminatas nocturnas, Cyan se detuvo en un claro del bosque cercano al castillo. Allí, una brisa extraña cargada de energía hizo que su piel se erizara. Frente a él, un pequeño remolino de luz translúcida flotaba en el aire, como si estuviera vivo.
—¿Qué demonios es esto? —murmuró, dando un paso hacia la figura luminosa.
Extendió la mano, pero al acercarse sintió una presión abrumadora en su pecho, como si le faltara el aire. Dio un paso atrás, jadeando, mientras el remolino desaparecía lentamente.
*"Esto no es maná. Es algo más… más denso, más puro.
Sin saberlo, Cyan había tenido su primer encuentro con el *éter*, una energía más antigua y poderosa que el maná. Aunque no podía entenderla completamente, sabía que ese encuentro era importante.
De vuelta al castillo, Cyan trabajaba incansablemente en su técnica de esgrima, combinándola con las artes marciales de su vida anterior. Su meta era clara: unir ambas disciplinas en un estilo único que compensara su falta de maná.
—Eres como un bailarín —comentó Duncan mientras lo observaba—. Pero necesitarás algo más que belleza en tus movimientos.
—La belleza es una ventaja, Duncan —respondió Cyan, esquivando un golpe con elegancia—. Confunde a tus oponentes.
Duncan bufó, lanzándole un ataque más directo. Cyan lo desvió con precisión, girando en el proceso para colocar su espada de madera cerca del cuello de Duncan.
—Y precisión es lo que gana los combates.
Duncan se rió, bajando su arma.
—Tienes potencial, chico. Pero no te confíes. Una vez que otros despierten sus núcleos, tus movimientos no serán suficientes.
—Por eso trabajo cada día —respondió Cyan, bajando la espada y limpiando el sudor de su frente—. No tengo intención de quedarme atrás.
Esa noche, Cyan miró el cielo desde su ventana. Recordó los textos, las teorías y los entrenamientos. A pesar de no tener un núcleo formado, su determinación lo mantenía en marcha.
"Un día, este mundo verá lo que soy capaz de hacer. No solo formaré un núcleo. Crearé algo que nadie haya visto antes."