Chapter 1: El despertar de un genio sin propósito aparente
La luz del sol rozaba suavemente su rostro cuando takuya yagami abrió los ojos. Un leve mareo lo asaltó, pero no tanto como la sensación de extrañeza al reconocer un cuerpo que no era suyo. Se incorporó lentamente, inspeccionando su entorno.
"Una habitación así de lujosa… Esto no es Japón. Este lugar no es la Sala Blanca, Esto no es mi mundo."
Yagami se frotó las sienes, tratando de organizar su mente. Los recuerdos de su vida pasada y su derrota eran como un eco constante. Sus ojos se desviaron hacia el espejo al otro lado de la habitación, y al ver su reflejo, su mente lo analizó con frialdad.
—Cabello negro, ojos oscuros profundo… Un rostro que podría encajar en una novela de fantasía que sólo escucho en su mundo, pero no deja de ser una herramienta, un caparazón.
Takuya respiró hondo, cerrando los ojos.
—¿Esto es una segunda oportunidad? ¿O una prueba para que me desmorone otra vez?
La voz de una joven interrumpió sus pensamientos.
—Señorito Cyan, su desayuno está listo —dijo la criada, entrando con una inclinación respetuosa.
Él la miró detenidamente, evaluando sus gestos, su tono, incluso la forma en que evitaba su mirada y el nombre extraño "cyan". "¿Temor? ¿O simple costumbre ante los nobles?", pensó Cyan.
—Gracias por avisar, Marie. Estaré abajo en un momento —respondió con calma.
El ligero parpadeo de sorpresa en el rostro de la joven fue imposible de ignorar. Cyan notó cómo ella titubeó antes de responder.
—C-claro, señorito. Si necesita algo, estaré afuera.
Cuando ella salió, Cyan se permitió una ligera sonrisa. "Un gesto pequeño, pero ya está marcando una diferencia. Si ellos me subestiman o me temen, no obtendré nada. Pero si consigo que confíen en mí... Podría construir algo valioso desde abajo."
Mientras tanto...
El comedor principal tenía una atmósfera solemne, casi pesada. Cyan caminó con pasos firmes hacia la mesa. Aunque su cuerpo infantil era pequeño en comparación con los inmensos muebles, su postura irradiaba una confianza tranquila.
Cuando tomó asiento, Eldric Tridant apenas levantó la mirada de su plato. Jamiel, por otro lado, lo observó con esa mezcla de curiosidad y arrogancia que Cyan conocía bien.
—Llegas tarde, Cyan —dijo Eldric sin rodeos, sus ojos fríos como el acero.
Cyan inclinó ligeramente la cabeza, sin dejar de mirarlo directamente.
—Mis disculpas, padre. Estaba aclimatándome al nuevo día.
Eldric no respondió de inmediato, pero Cyan sintió la evaluación en su mirada. Jamiel, en cambio, soltó una carcajada burlona.
—"Aclimatándome al nuevo día", dice. ¿Quién habla así? Realmente eres raro.
Cyan giró hacia Jamiel, manteniendo la calma en su expresión. Había aprendido, en su vida pasada, que la ira desperdiciada solo beneficiaba al oponente.
—Quizás soy raro, pero prefiero ser raro y efectivo a común y olvidable.
Jamiel frunció el ceño, pero Cyan lo ignoró deliberadamente, girando su atención hacia Eldric.
—Padre, ¿hay algo en lo que necesite mi ayuda hoy?
La pregunta parecía sencilla, pero Cyan sabía que un hombre como Eldric apreciaría una oferta de utilidad, incluso si provenía de un hijo ilegítimo. Eldric levantó una ceja, pero su tono seguía siendo neutral.
—No. Concéntrate en tus lecciones y entrenamiento. Eso será suficiente.
Cyan inclinó la cabeza ligeramente. "Por ahora, jugaré el papel del hijo obediente. Pero no por mucho tiempo."
Después del desayuno, Cyan decidió dar un paseo por la mansión. Cuando pasó por la cocina, detuvo su paso al escuchar el bullicio de los empleados. Se acercó sin anunciarse, observando en silencio cómo los cocineros y ayudantes trabajaban frenéticamente.
—¡Marie, trae más especias! ¡Rápido! —gritó uno de los cocineros principales.
Marie pasó corriendo con un cuenco en las manos, y Cyan notó cómo tropezó ligeramente al verlo de pie en la entrada.
—S-Señorito Cyan... ¿Puedo ayudarle en algo?
Él negó con la cabeza, entrando en la cocina.
—No. Solo estoy observando. Me interesa entender cómo funciona todo esto.
Los cocineros se detuvieron brevemente, mirándose entre sí con nerviosismo. Era evidente que no estaban acostumbrados a la presencia de los nobles. Cyan los estudió, notando la fatiga en sus rostros y el estrés en sus movimientos.
—El trabajo que hacen aquí es admirable —dijo Cyan, con un tono firme pero cálido—. Mantienen a toda la mansión funcionando, y eso no es algo que deba pasarse por alto.
Los murmullos llenaron la cocina. Algunos empleados intercambiaron miradas incrédulas, mientras otros simplemente bajaron la cabeza, incómodos por la atención. Marie, sin embargo, sonrió tímidamente.
—Es usted… muy amable, señorito.
Cyan se inclinó ligeramente hacia ella, hablando en voz baja.
—Marie, ¿es raro que alguien reconozca su esfuerzo?
Ella se sonrojó un poco, pero asintió.
—Sí... No solemos recibir palabras así.
Cyan asintió, observando cómo los demás seguían trabajando.
—Entonces, es hora de que eso cambie.
Con esa simple frase, Cyan dejó la cocina, pero no sin notar cómo la atmósfera allí había cambiado. Había plantado una semilla.
Mientras el día pasaba estaba en una petición que se me fue otorgado por el" gran padre" solo para mi y quien seria el que me ayudare en el entrenamiento.
El patio de entrenamiento estaba lleno de armas desgastadas y muñecos de práctica. Duncan Harthwood, un hombre robusto y de aspecto severo, lo recibió con los brazos cruzados.
—¿Este es el chico que voy a entrenar? Parece más una rama que un espadachín —dijo con una sonrisa burlona.
Cyan sostuvo su mirada, manteniendo su rostro neutral.
—No tengo experiencia, pero aprenderé rápido.
Duncan arqueó una ceja, intrigado por la falta de arrogancia o inseguridad en la respuesta del niño.
—Bien. Toma esa espada de madera y muéstrame qué tan rápido puedes caer.
Cyan levantó la espada, sintiendo el peso en sus manos. "Mi cuerpo es débil, pero mi mente no. Puedo compensar eso… por ahora."
Cuando Duncan lo atacó con un golpe rápido, Cyan no retrocedió como se esperaba. En cambio, observó el movimiento, calculando, y dio un paso lateral, esquivando con precisión.
Duncan se detuvo, sorprendido.
—Nada mal para un novato. ¿De dónde aprendiste a moverte así?
—De la observación —respondió Cyan, girando para enfrentarlo nuevamente.
Duncan sonrió, esta vez con algo de respeto.
—Interesante. Tal vez no seas solo un adorno noble, después de todo.
El día se acababa y la noche reino.
Esa noche, Cyan observó las estrellas desde la ventana de su habitación, sintiendo cómo las piezas comenzaban a caer en su lugar.
—Todo esto es un tablero. La mansión, las personas, incluso mi posición… Todo tiene un propósito si lo juego bien.
Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa.
—Esta vez, no seré un simple peón.