La Familia de Riuz(Omniverso)

Chapter 22: 22) Progresando en el Pasado (1.2)



Aunque este mundo es increíblemente diverso en cuanto a especies inteligentes, las reglas sobre la reproducción siguen siendo bastante estrictas. La procreación entre especies diferentes es algo prácticamente imposible y, en los rarísimos casos en que ocurre, el resultado no siempre es favorable.

Que Clara quedara embarazada era un hecho extraordinario, pero no necesariamente positivo según los estándares de este mundo. El embarazo interespecie no garantizaba un desenlace feliz: el niño podría nacer como una criatura deformada, incapaz de pertenecer a la especie de ninguno de sus padres, o, peor aún, podría no sobrevivir ni siquiera el primer aliento.

Por eso Clara estaba tan impactada. Ser madre era un deseo profundo en ella, y cuando decidió estar conmigo, ya había considerado la posibilidad de adoptar. Nunca imaginó que seríamos parte de uno de esos casos excepcionales.

Clara estaba inquieta, ansiosa y preocupada, mientras yo intentaba tranquilizarla asegurándole que todo estaría bien, aunque en el fondo también estaba lleno de incertidumbre. Poseía ciertos dones, pero no sabía si serían de ayuda o un peligro en esta situación. La idea de que un mal uso de mis poderes pudiera dañar a nuestro hijo era un miedo que no me atrevía a compartir con ella.

Después de días de reflexión, decidimos no interferir con el destino. Dejaríamos que la naturaleza siguiera su curso, confiando en que todo saldría bien. Continué con mi rutina, pero cuidé especialmente a mi adorable oveja, asegurándome de que no le faltara nada.

A medida que avanzaba el embarazo, los controles médicos, aunque limitados por la tecnología de esta era, no revelaron ningún problema. Sorprendentemente, todo parecía desarrollarse con normalidad. Me impresionó lo rápido que avanzaba la gestación en las ovejas; en unos pocos meses, estaríamos recibiendo a nuestro hijo.

El vientre y las tetas de Clara crecieron visiblemente con el paso de los días, y no tardó en ser evidente para quienes vivían con nosotros. Harriet, quien conocía bien nuestra intimidad, entendió rápidamente lo que estaba ocurriendo. Aunque compartía nuestras preocupaciones, nos apoyó en todo momento. Roselia, por su parte, mantuvo su habitual reserva. A pesar de su carácter distante, producto de su vida marcada por el incendio que desfiguró su rostro, nos dio unas escuetas felicitaciones, pero continuó actuando con normalidad.

Cuando llegó el día del parto, creo que yo estaba más inquieto e impaciente que la propia Clara. Había contratado a varias parteras, bien pagadas, para que estuvieran con nosotros desde días antes, a pesar de que Clara insistía en que Harriet y yo seríamos suficiente. No quise correr riesgos innecesarios. Sin embargo, no me agradó que intentaran sacarme de la habitación durante el proceso; las costumbres de este mundo parecían no contemplar mi presencia, pero no les hice caso. Me quedé con Clara, sosteniendo su mano y usando mi poder puro para facilitar las cosas.

El parto no fue tan doloroso ni prolongado como temía. No sabía si esto se debía a la anatomía de las ovejas en este mundo o a la influencia de mis poderes, pero el proceso fue rápido y relativamente sencillo. Tanto nosotros como las parteras, especialmente al saber que el bebé era el fruto de un embarazo interespecie, estábamos llenos de temor por lo que podría ocurrir. Para nuestra sorpresa, todo salió mejor de lo esperado.

Clara pujó una vez más, y de su interior emergió un pequeño ser cubierto de fluidos. En ese momento, todos mis sentidos parecieron concentrarse en lo que veía. Las parteras intercambiaron miradas de sorpresa, lo que hizo que mi preocupación creciera al instante. Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba leer sus expresiones. Incapaz de contenerme, pregunté con urgencia:

Riuz: "¿Qué sucede?"

Estaba listo para usar mis poderes en mi hija sin dudarlo, dispuesto a hacer lo necesario para salvarla o solucionar cualquier problema que pudiera haber. Sin embargo, la respuesta que recibí me dejó completamente desconcertado.

Partera principa: Es una pequeña cordera, común y corriente —dijo con asombro.

Las demás continuaron examinando a la recién nacida, quien había comenzado a balar y llorar, incómoda por ser manipulada justo al llegar al mundo.

Clara y yo nos quedamos boquiabiertos ante aquellas palabras. No esperábamos algo tan simple, tan... normal. Sin pensarlo, tomé a nuestra hija de las manos de las parteras, interrumpiendo su revisión.

La pequeña lloraba con fuerza, claramente molesta, pero en cuanto la sostuve en mis brazos, su llanto se silenció de inmediato. Sus diminutos ojos, aún cerrados, parecían intentar enfocarse en mí mientras extendía sus patas delanteras en un gesto instintivo, queriendo acercarse más. Emitió unos balidos tiernos que derritieron mi corazón en el acto.

Era la criatura más hermosa del mundo, y era mi hija. Mi sangre. Un torrente de emociones me invadió: orgullo, amor y un asombro que no podía describir. Si no fuera tan "hombre" como siempre he sido, probablemente habría roto a llorar en ese momento... Bueno, tal vez dejé escapar una pequeña lágrima.

Clara: ¿Me devuelves a nuestra hija? —preguntó con un tono que mezclaba reproche juguetón y ternura. Su sonrisa era amplia, iluminada por la felicidad de verme tan encantado con nuestra bebé.

Me resistí un poco a entregarla, una parte de mí gritaba que no la soltara, que debía proteger a ese pequeño tesoro con todo lo que tenía. Pero con esfuerzo logré convencerme de que era lo correcto. Clara sería mejor para cuidarla en ese momento. Aunque cedí a regañadientes, no me alejé ni un solo paso de su lado.

Bueno, excepto cuando tuve que despedir a las parteras y darles su pago. Harriet, que había estado esperando ansiosa al otro lado de la puerta, aprovechó la oportunidad para entrar y ver a nuestra pequeña familia de tres.

Harriet: ¡Es preciosa! —exclamó emocionada al ver a nuestra hija, igual de sorprendida que nosotros por su 'normalidad'.

Se acercó con cuidado, pero no pudo contener su entusiasmo. Saltaba de un lado a otro, observando a Bianca —así habíamos decidido llamarla—, y hablándole con una voz infantil en un intento de llamar su atención. A pesar de sus esfuerzos, la pequeña estaba exhausta. No tardó mucho en quedarse profundamente dormida en los brazos de Clara, mientras Harriet continuaba admirándola con una mezcla de fascinación y alegría.

En ese momento, todo parecía estar en su lugar. Nuestra pequeña familia había comenzado su nueva etapa, y Bianca era el centro de nuestro mundo.

...

Con una pequeña niña en casa, Clara dejó de darme clases y se dedicó a cuidarla. Yo, por mi parte, me concentré en mejorar mi negocio, con la firme intención de brindar más a las mujeres que amo. Todo parecía ir de maravilla. En el sexto día, experimenté un momento mágico: los ojos de Bianca se abrieron por completo, revelando un hermoso tono azul que brillaba con curiosidad, explorando el mundo por primera vez.

Nuestro hogar estaba lleno de amor y alegría, y hasta mi trabajo avanzaba a niveles que no había anticipado. Pero, como suele suceder, las cosas tomaron un giro inesperado, y casi rompen nuestra familia.

Un día, mientras Clara dormía profundamente, tuve una idea que, en ese momento, me pareció una buena decisión. Quería asegurarle un futuro seguro a mi hija, darle una conexión especial conmigo y protegerla. Así que, con Bianca en mis brazos, desaparecí de la habitación y reaparecí en un lugar muy especial: mi mundo interior.

Al llegar, lo inspeccioné con detalle. Era mucho mejor que la última vez, este nuevo mundo era mucho mas estable que el otro, pero también más pequeño. Estaba parado en un pequeño prado sobre lo que claramente era un diminuto planeta. Desde donde estaba, podía ver la curvatura del terreno. El suelo estaba cubierto de hierba, aunque por algunas zonas había escombros de construcciones incompletas, como si algo estuviera a medio construir.

Miré hacia el cielo, esperando encontrar el sol que iluminaba este lugar, pero no había ninguno. La luz provenía de un punto indefinido, y, aunque no pude distinguirlo con claridad, sí noté algo más: un planeta ilusorio flotando en la distancia. Sabía lo que era. Esa esfera representaba mi mundo original, aquel donde había estado antes, un lugar aún incompleto y sin esencia real porque no había llevado a nadie allí.

Bajé la mirada hacia Bianca y le hablé con una sonrisa.

Riuz: "¿Qué te parece, Bianca? Vamos a explorar un poco el mundo de papá." —Pero al bajar la vista, el terror me invadió. ¡Mi hija no estaba en mis brazos!— "¡¿Bianca?! ¡¿BIANCA?!"

Mi voz resonó por todo el lugar mientras giraba frenéticamente, buscando en cada rincón. Corrí como nunca antes, moviéndome a velocidades que mi en mi forma humana jamás había alcanzado. En minutos había recorrido todo el planeta diminuto, pero no había ni rastro de ella.

Con un pensamiento, salté al planeta ilusorio y repetí la búsqueda. Nada. Regresé al primer planeta, ahora desesperado. Mi mente estaba al borde del colapso. Corría de un lado a otro, gritando su nombre, con lágrimas brotando de mis ojos. Mi aspecto comenzaba a cambiar, reflejando mi creciente desesperación, y mi mundo interior respondía a mi caos: el paisaje fluctuaba en formas, colores y estructuras. Todo estaba fuera de control.

Justo cuando sentí que iba a perder la cordura, una mano se posó sobre mi hombro. Me giré bruscamente, listo para enfrentar a lo que fuera. Frente a mí, se encontraba una figura alta y cubierta, con rasgos casi indescifrables. Su piel era oscura, tan profunda que me recordó a los drows de las historias, pero su género era un misterio. No importaba. La sensación que emanaba me dejó claro quién era: la Familia.

???: Tranquilo. Estás buscando de la manera incorrecta —dijo con calma.

Riuz: ¿Dónde está mi hija? —grité, mi voz cargada de desesperación. No me importaba que esta figura pudiera decidir mi destino con solo un gesto.

???: Este mundo la ha consumido.

Sentí como si el suelo desapareciera bajo mis pies.

Riuz: ¡¿QUÉ?! —grité, sintiendo que mi corazón se detenía.

???: Solo trata de percibir este mundo. Si lo haces, la encontrarás.

Aunque su respuesta me parecía insuficiente, no tenía otra opción. Cerré los ojos y me concentré en mi entorno. Este mundo era una extensión de mí, y sabía que podía conectarme con él si encontraba la manera. Al principio fue difícil, pero una vez entendia como hacerlo, todo comenzó a fluir. Sentí cómo el lugar entero se revelaba ante mí: cada rincón, cada partícula, cada emoción que lo habitaba. No era abrumador; era casi instintivo, como si el mundo quisiera que lo entendiera... y entonces, lo sentí.

Una pequeña vibración. Débil, pero presente. Me enfoqué en esa sensación y, lentamente, una imagen borrosa comenzó a formarse en mi mente. Era Bianca, acurrucada sobre sí misma, como si estuviera dormida, pero allí estaba, aunque dificil de distinguir.

Riuz: ¡Bianca! —grité con alivio, una sonrisa asomando entre las lágrimas. Pero su estado me preocupaba. ¿Por qué estaba así?—¿Qué le pasa? —pregunté a la figura que seguía a mi lado.

???: Digamos que traer a tu hija recién nacida a este mundo en formación no fue la mejor idea si querías evitar esto. Estos mundos nacen de ti y los mundos en los que estás, luego crecen y se nutren de las personas y objetos que enlazas a ellos. Tus hijos heredan una parte de tu poder, aunque sea solo en nombre. Puede que nunca se manifieste de forma evidente, quizás no se diferencien mucho de otros niños, pero ese poder está ahí, en su interior, en sus almas. Aun así, nunca serán iguales a ti; a lo sumo, copias incompletas, porque tu poder es único." —Explico con cierta indiferencia y calma, a diferencia de mi— "Ahora bien, debido a ese poder inherente, tus hijos son las mejores opciones para alimentar y fortalecer estos mundos. Este mundo, al estar recién nacido y recibir a tu hija como su primer habitante, la absorbió junto con su poder. En su estado actual, no pudo diferenciar entre ella y la energía que porta, así que ambas se fusionaron. Pero no te preocupes: todo en este lugar es prácticamente eterno. Tu hija sigue aquí, solo que está unida al mundo hasta que este sea lo suficientemente fuerte como para devolverla a un estado separado."— hizo una pausa antes de voletarse a mirarme— "Deberías llenar este mundo con más personas antes de traer a tus hijos, especialmente si son recién nacidos. Si fueran adultos, quizá podría no suceder, pero aun así no me arriesgaría.

Riuz: Entonces, mi hija... 

???: Si quieres verla, solo concéntrate en ordenar a este mundo que la haga presente ante ti.

No perdí ni un segundo. Seguí las instrucciones al pie de la letra; necesitaba verla, asegurarme de que no le había hecho algo irreparable a mi pequeña. Me costó un poco al principio, todavía era nuevo en esto, pero una vez que logré avanzar, el proceso se volvió más sencillo.

El planeta donde estaba comenzó a parpadear, y poco a poco se encogió. Frente a mí, una figura comenzó a formarse, al principio borrosa, hasta que finalmente tomó forma: mi hija, Bianca, dormía sobre el césped. Pero algo estaba mal.

Ella se veía como una ilusión, parecida al otro planeta. Su cuerpo era translúcido, y podía ver el paisaje detrás de ella, como si fuera un fantasma, aunque con sus colores intactos.

De repente, Bianca pareció despertarse. Se levantó y comenzó a gatear hacia mí, pero algo terrible ocurrió: empezó a hundirse en el suelo sólido, como si lo atravesara. Intenté agarrarla, pero mis manos también pasaron a través de ella. Cerré los ojos, me concentré y, finalmente, logré sostenerla. Sin embargo, algo no estaba bien: no sentía su calor, su textura ni su peso.

Bianca también parecía sorprendida, pero no estaba asustada. Solo miraba a su alrededor con curiosidad, moviéndose de un lado a otro. Entonces, para mi sorpresa, se separó de mis manos y comenzó a flotar en el aire, como si estuviera nadando lentamente.

???: El mundo no puede restaurarla por completo en este momento. Ni siquiera podrás sacarla de aquí todavía.

Riuz: ¿Qué debo hacer? —pregunté con angustia, sintiendo el peso de mi error.

???: Es simple: trae más gente a este mundo. Permite que se fortalezca y crezca con más habitantes, y entonces tendrá el poder suficiente para devolverle su cuerpo a tu hija. Después, podrás sacarla de aquí. Esto es lo que debiste haber hecho desde el principio. Pero no te confíes: unos pocos no siempre serán suficientes. Aunque hubieras traído a esa oveja con la que concebiste a tu hija, quizá no habría bastado. Tienes mucho trabajo por delante.

La figura comenzó a alejarse, y su forma se desdibujó mientras desaparecía por completo.

Riuz: Gracias... —murmuré débilmente, aunque no sabía si me había escuchado

Miré a Bianca, que seguía flotando por los aires, riendo mientras jugaba con su entorno. Su risa me dio un rayo de esperanza. Me prometí a mí mismo que haría todo lo necesario para arreglar esto y traerla de vuelta.

...

Estaba de nuevo en casa, sentado en la cama junto a Clara, mi amada maestra, quien dormía profundamente. La observaba mientras esperaba que despertara, con el corazón pesado por lo que tenía que decirle.

No pasó mucho tiempo antes de que Clara comenzara a moverse. Se despertó lentamente, mirando a su alrededor en busca de Bianca, pero solo encontró mi espalda.

Clara: Riuz, ¿dónde está Bianca? ¿Harriet se la llevó otra vez? Tengo que darle de comer.

Riuz: Ya no está… —murmuré, perdido en mis pensamientos.

Clara: ¿Qué? —preguntó, confundida.

Riuz: Tenemos que hablar.

Me giré hacia ella, dejando que viera la seriedad y angustia en mi rostro. Su expresión cambió al instante, de preocupación a alarma. Clara siempre fue fuerte, pero en ese momento pude ver cómo se alteraba, especialmente porque aún no le decía qué había ocurrido con nuestra hija. Le pedí que me escuchara antes de entrar en pánico, tratando de calmarla.

Sabía que podía confiar en ella y contarle la verdad, o por lo menos necesitaba que fuera así. Si no lo hacía, la culpa y el peso de la verdad acabarían consumiéndome, ademas de que la necesitaba para solucionar todo esto.

Le confesé que no era de este mundo. Al principio, quedó desconcertada, incluso incrédula, pero cuando saqué mi varita y levité un objeto frente a sus ojos, estuvo a punto de desmayarse. Le di tiempo para asimilarlo antes de continuar.

Le expliqué que venía de un mundo parecido a este, pero donde mi especie era la principal, un mundo donde existía la magia y otras cosas que para ella sonaban imposibles. También le conté que tenía un don único: podía viajar entre mundos, y este era el primero que había visitado. Sin embargo, no podía volver a mi mundo original durante un tiempo indefinido.

Clara tardó en procesarlo, pero lo aceptó mejor de lo que esperaba, aunque podía ver lo tensa y afectada que estaba. Entonces pasé a explicarle sobre mis poderes, mi mundo interior y cómo funcionaban. Ella escuchaba sorprendida, pero todo cambió cuando le revelé que había llevado a Bianca a mi mundo interior, y que ahora no podía salir.

Esa confesión la alteró profundamente. Nunca antes había visto a Clara tan agresiva y caótica. Perdió el control, exigiendo con furia que la llevara a verla. Aunque intenté advertirle de los riesgos, le expliqué que si entraba en mi mundo quedaría atada a mí para siempre. Pero no le importó. Solo quería ver a su hija.

Nos transporté a mi pequeño planeta interior. Clara quedó sorprendida al llegar, pero no se permitió distraerse. Su mente estaba completamente enfocada en encontrar a Bianca. Lo primero que noté fue que el planeta, antes pequeño, había crecido de golpe con la incorporación de Clara, mostrando nuevos paisajes y estructuras. Sin embargo, el mundo volvió a encogerse ligeramente, y entonces apareció frente a nosotros la figura espiritual de Bianca.

Clara corrió hacia ella, desesperada por abrazarla, pero su corazón se rompió cuando descubrió que no podía tocarla. Bianca era intangible, como un espíritu, y Clara atravesó su forma al intentar sostenerla. La vi llorar, destrozada, y no pude evitar unirme a ella. Ver su impotencia y dolor al no poder tocar a nuestra hija me desgarró por completo.

Bianca, al vernos llorar, comenzó a arrastrarse hacia nosotros, sollozando también. Intentaba consolarnos, frotando su pequeña cabeza contra nuestros cuerpos como si quisiera decirnos que todo estaría bien.

Fue un momento que me quebró una vez más. Usando toda mi fuerza y poder, logré abrazarlas a ambas. Aunque el contacto era frágil y etéreo, las atraje hacia mí con determinación, prometiéndoles que lo solucionaría.

Nos quedamos así un rato, consolándonos entre lágrimas, hasta que finalmente Clara dejó de llorar. Aunque podía notar cierto temor en su mirada hacia mí, la verdad sobre mi le cuasaba miedo, pero no la alejarian de salvar a su hija. Entonces, con voz firme y decidida, preguntó qué debía hacer para recuperar a nuestra hija.

Con vergüenza y culpa, le expliqué lo que debía hacer.

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