Chapter 1: Encuentro en el hielo...
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El aire en la pista de patinaje era fresco y cortante, un contraste marcado con el calor que emanaba de los focos que iluminaban el recinto. Las sombras danzaban en el hielo pulido, reflejando las luces como si fueran estrellas en un cielo artificial. Alexandra Trusova, con su cabello carmesí recogido en una coleta alta y su vestimenta brillante, se concentraba en su rutina. Cada movimiento era una mezcla de potencia y gracia; sus saltos eran como explosiones de energía, mientras que sus giros fluían con la suavidad de un río.
Pero hoy, algo la distraía. En la esquina de la pista, un joven observaba con una intensidad que la hizo sentir incómoda. Allen Reinoel, con sus ojos rojos como el fuego y una postura que irradiaba seguridad, parecía fuera de lugar en el ambiente festivo del patinaje. Su expresión era fría, casi desinteresada, como si el espectáculo no le impresionara en absoluto. Sin embargo, había algo en su presencia que capturaba la atención de todos, incluso cuando él no lo intentaba.
Después de terminar su rutina, Alexandra se detuvo en los bordes de la pista. Su corazón aún latía con fuerza mientras se secaba el sudor de la frente. Sin querer, sus ojos se encontraron con los de Allen. Él la miraba fijamente, y en ese momento, Alexandra sintió una mezcla de curiosidad y desafío. No era habitual que alguien la observase con tal intensidad, y menos aún alguien que parecía tan alejado de la alegría que la rodeaba.
Decidió acercarse. Su corazón latía más rápido con cada paso que daba hacia él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se detuvo y lo saludó con una sonrisa, intentando desarmar su aura de misterio.
-Hola, soy Alexandra -dijo, tratando de sonar casual.
Allen alzó una ceja, su expresión todavía reservada. -Lo sé.
El comentario la tomó por sorpresa. ¿Cómo podía saber quién era? No era normal que alguien del público tuviera ese tipo de conocimiento sobre un atleta. Pero en lugar de sentirse halagada, una pequeña chispa de frustración se encendió en ella.
-¿Y tú? -preguntó, cruzando los brazos. -¿Te gusta el patinaje?
-No -respondió con frialdad, pero su tono tenía un matiz que la intrigaba. -Vine a observar.
-¿Y qué estás observando? -desafió ella, sintiendo que la conversación tomaba un rumbo inesperado.
Allen la miró con una mezcla de interés y desdén. -La gente a menudo se engaña a sí misma creyendo que lo que hacen es importante. Pero en el fondo, todos buscan algo.
Alexandra frunció el ceño, sintiendo que había más en sus palabras de lo que parecía a simple vista. -¿Y tú? ¿Qué buscas?
Por un momento, él pareció contemplar la respuesta, sus ojos rojos brillando con un destello de emoción. Pero rápidamente recuperó su compostura. -No tengo que buscar nada. Simplemente observo.
La frialdad de su respuesta no la desanimó; por el contrario, encendió su curiosidad. ¿Quién era realmente Allen? ¿Qué historias escondían esos ojos que parecían haber visto más de lo que un joven de su edad debería?
Sin saberlo, ese primer encuentro sería el inicio de un camino inesperado. Alexandra no podía imaginar que, tras esa apariencia distante, había un mundo complicado de emociones y secretos que pronto se entrelazarían con su propia vida.
-¿Te gustaría patinar? -preguntó ella, intentando romper el hielo.
Él la miró con sorpresa, como si no esperara una invitación. -No patino.
-Tal vez deberías intentarlo -insistió ella, sintiendo que había algo en él que merecía ser descubierto.
Allen se quedó en silencio, y por un breve momento, Alexandra pensó que podría haber una grieta en su armadura. Pero él simplemente dio un paso atrás, alejándose un poco.
-No es mi mundo -dijo, y con esas palabras, se volvió y comenzó a caminar hacia la salida.
Alexandra lo observó alejarse, sintiendo una mezcla de frustración y fascinación. Había algo en ese joven misterioso que la atraía, y no podía dejar que se marchara sin más. Sin pensar, corrió tras él.
-¡Espera! -gritó, alcanzándolo justo cuando estaba a punto de salir.
Allen se detuvo y se volvió lentamente, su mirada fija en ella.
Allen se detuvo en la entrada de la pista, donde las luces del interior se encontraban con la penumbra del pasillo. Su expresión era la misma de antes: fría, casi impenetrable. Sin embargo, había un destello de sorpresa en sus ojos rojos, como si no esperara que alguien, y menos una patinadora famosa, lo persiguiera.
-¿Qué quieres? -preguntó, su voz clara pero sin emoción, como si tratara de poner distancia entre ellos.
Alexandra respiró hondo, sintiendo cómo la adrenalina corría por sus venas. La incertidumbre y la curiosidad la empujaban a seguir. -Quiero saber más sobre ti. No puedes simplemente venir aquí y observar sin decir nada. No entiendo por qué estás tan interesado en el patinaje si no te gusta.
Él la miró con desdén, pero había algo en su mirada que la mantenía cautivada. -No tengo que explicarte mis razones. No estoy aquí para hacer amigos.
-Pero, ¿por qué no? -insistió ella, cruzando los brazos. -Todos merecemos un poco de conexión. Solo porque no te importe lo que hago no significa que no puedas ser parte de este mundo.
Allen se quedó en silencio, como si estuviera evaluando sus palabras. Finalmente, se encogió de hombros. -No necesito conexiones. La gente es complicada. Prefiero observar desde la distancia.
Alexandra sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había algo en su actitud que la inquietaba, pero también la atraía. Era como si él tuviera un secreto que la invitaba a descubrirlo, aunque al mismo tiempo se esforzara por mantenerlo oculto.
-A veces, lo complicado puede ser interesante -dijo, intentando desarmar su resistencia. -Tal vez deberías dejar que otros se acerquen. No todos buscan algo de ti.
Allen frunció el ceño, y por un momento, su expresión se suavizó. -No todos, pero la mayoría sí. La gente busca algo que no puede encontrar en sí misma. Una validación, un propósito... incluso un sentido de pertenencia.
Alexandra sintió que sus palabras resonaban en ella. A menudo, se había sentido sola en su mundo, rodeada de admiradores pero sin verdaderas conexiones. Quizás su lucha por entenderlo era un reflejo de su propia búsqueda de significado en el patinaje.
-¿Y tú? ¿Qué es lo que buscas? -preguntó, sin dejar que el momento se desvaneciera.
Él la observó con un leve destello de sorpresa, como si no fuera habitual que alguien le preguntara eso. Su mirada se desvió hacia el suelo, y por un instante, pareció perderse en sus pensamientos.
-Busco... claridad -respondió finalmente, su voz casi un susurro. -O tal vez solo busco entender el mundo. No lo sé.
Alexandra sintió que esa pequeña revelación era un paso hacia la verdadera conexión. -Tal vez podríamos ayudar a encontrarnos mutuamente. ¿Por qué no patinas? Prometo que serás un buen patinador.
Allen la miró como si estuviera considerando la propuesta. -No tengo interés en el patinaje. Es solo un espectáculo vacío para mí.
-Para mí no lo es -dijo ella, sintiendo una mezcla de frustración y desafío. -Cada rutina tiene una historia. Cada salto, cada giro, es una parte de mí. No puedes ver eso si te mantienes alejado.
Un silencio se instaló entre ellos. Alexandra podía sentir la tensión en el aire, como si estuvieran en una cuerda floja, cada uno sosteniendo su lado de la conversación. Finalmente, Allen suspiró, su mirada fija en el suelo.
-No puedo prometer que me importaré, pero... -su voz se detuvo un momento-. Tal vez podría intentarlo. Solo esta vez.
Alexandra sintió una oleada de emoción. -Eso es todo lo que pido. Solo un intento.
Él asintió lentamente, aunque su expresión seguía siendo la misma: seria y distante. -Está bien. Pero no esperes que me convierta en un aficionado al patinaje.
-No lo haré -respondió ella, sonriendo. -Solo quiero que veas lo que hay detrás de la superficie.
Mientras se adentraban de nuevo en la pista, Alexandra sintió que se abría una puerta hacia algo inesperado. La frialdad de Allen era desconcertante, pero también había una chispa de potencial en su interior. Quizás, solo quizás, su encuentro había sido el inicio de algo interesante.
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El ambiente en la pista de patinaje era vibrante, lleno de risas y música, pero en su pequeño rincón, Alexandra y Allen compartían un momento de desconexión con el mundo exterior. Ella se movió hacia el centro de la pista, invitándolo a seguirla con un gesto de su mano. Allen la miró con una mezcla de desconfianza y curiosidad, como si cada paso que daba hacia ella fuera un pequeño desafío.
-No puedo creer que estés realmente dispuesto a intentar patinar -dijo Alexandra, tratando de mantener un tono ligero mientras se colocaba en posición.
-No tengo idea de lo que estoy haciendo -respondió él, cruzando los brazos de manera defensiva. Aunque su postura era desafiante, había un atisbo de curiosidad en su mirada.
-No te preocupes -aseguró ella, sonriendo-. Todos empezamos en algún lugar. Solo sigue mi ejemplo.
Con un movimiento ágil, Alexandra se deslizó hacia adelante, sus patines acariciando el hielo con gracia. Su cuerpo se movía con fluidez, cada giro y cada salto contaban una historia de dedicación y pasión. Allen la observaba, su mirada fija en sus movimientos, aunque su expresión continuaba siendo distante.
Después de un momento, se armó de valor y dio un paso al frente. El sonido de los patines sobre el hielo resonó en el aire, y Alexandra sintió una oleada de emoción al verlo intentarlo. Su primer paso fue torpe, pero la determinación en su rostro era inconfundible.
-Eso es, ¡muy bien! -exclamó ella, animándolo. -Solo relájate y deja que el hielo te guíe.
Allen se movió un poco más, pero pronto su pie se deslizó y perdió el equilibrio, cayendo al hielo con un golpe sordo. Alexandra contuvo la risa, pero no pudo evitar sonreír al ver su frustración.
-No es tan fácil, ¿verdad? -dijo mientras se acercaba para ayudarlo a levantarse.
-No es tan complicado como parece -respondió él, su voz teñida de sarcasmo. Sin embargo, aceptó su mano y se puso de pie, su rostro ligeramente sonrojado.
-Eso es lo que dicen todos al principio. Pero con práctica, verás que puedes hacerlo -le aseguró mientras lo guiaba para que se moviera otra vez.
Allen se concentró, esta vez con más determinación. Se movió con más confianza, aunque aún era evidente que carecía de experiencia. Alexandra lo animaba, corrigiendo su postura y dándole consejos. Poco a poco, su esfuerzo comenzó a dar frutos. Allen empezó a deslizarse con mayor fluidez, aunque sus movimientos seguían siendo rígidos.
-Ves, ya estás mejorando -dijo Alexandra, sintiendo una chispa de satisfacción al observar su progreso.
-No estoy seguro de que esto sea para mí -respondió él, aunque en su voz había un matiz de diversión. -Pero, por alguna razón, no me desagrada tanto.
Alexandra se rió, disfrutando del momento. -A veces, lo que menos esperamos puede sorprendernos.
Mientras continuaban practicando, la conversación se volvió más natural. Sin darse cuenta, empezaron a compartir pequeñas historias sobre sus vidas. Alexandra le habló de sus competiciones, de las horas interminables de entrenamiento y del sacrificio que implicaba ser una atleta de élite. Allen, a su vez, reveló destellos de su propia vida, aunque siempre con un aire de misterio que lo rodeaba.
-No me gustan las multitudes -confesó Allen mientras se detenía a descansar-. Siempre he preferido la soledad.
-¿Por qué? -preguntó Alexandra, intrigada. -Hay belleza en la conexión con los demás.
-Tal vez, pero también hay dolor -respondió él, su mirada perdida en la distancia. -Las personas decepcionan.
Alexandra sintió un nudo en el estómago. Había algo profundo en su declaración, un eco de experiencias que probablemente lo habían marcado. -No todas las personas son así. Algunas pueden sorprenderte.
Allen la miró, como si evaluara sus palabras. -Quizás. Pero eso no significa que sea fácil confiar.
-La confianza se construye con el tiempo -dijo Alexandra, sintiendo que su propia historia de lucha y perseverancia podía ser un puente entre ellos. -A veces, las conexiones más valiosas surgen de los lugares más inesperados.
Un silencio se instaló entre ellos, permitiendo que las palabras flotaran en el aire. Allen, aunque todavía con su habitual frialdad, pareció contemplar a la mujer que tenía a su lado.
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