The Multiversal Travel System

Chapter 48: Capitulo 44



—¡Bienvenidos de vuelta, espléndidos héroes! —exclamó Gilgamesh con una carcajada orgullosa.

Luego, giró su mirada hacia una figura más alejada.

—Y tú… diosa descarada que vino con ellos. —dijo, clavando los ojos en Ishtar—. Dime, ¿cómo se siente unirte a mi ejército?

Ishtar chasqueó la lengua, molesta.

—¿Unirme a tu ejército? —replicó—. No seas ridículo. Solo hice un acuerdo comercial con Luciano. Lo traeré de vuelta a la vida una y otra vez, incluso si explota, hasta que se convierta en un gran Master.

"Creo que ha olvidado que soy un dios..." —pensé, con una gota de sudor recorriendo mi frente.

—Y entonces gritarás: "¡Oh Ishtar, sí que eres la diosa de la victoria!" Supongo que me veré obligado a suicidarme... —añadió Ishtar con sorna.

—¡No voy a morir, tonta! —gritó Gilgamesh, indignado.

—¿Qué? Sabía que no debía venir… —murmuró Ishtar, cruzándose de brazos.

—¡Por favor, deténganse ambos! —intervino Siduri, intentando calmar los ánimos—. La aparición de una deidad patrona ante nosotros es un gran honor.

Gilgamesh asintió con fastidio y luego se volvió hacia todos con seriedad.

—Bien, volvamos a lo importante. Mi plan para derrotar a la Alianza de las Tres Diosas. Ahora que Ishtar se ha unido, podemos dar inicio a mi verdadera estrategia: conseguir la herramienta divina del dios Maduk, el arma que cortó la garganta de Tiamat.

—¿El hacha de Maduk? —preguntó Mash, sorprendida.

—Exacto. Esta es nuestra mejor oportunidad contra Gorgon. —confirmó Gilgamesh.

—Entonces realmente tendremos una posibilidad. Gorgon obtuvo la autoridad de Tiamat… —añadió Mash con preocupación.

—Sí, y actualmente se encuentra en Eridu. —dijo Gilgamesh.

—Eridu... la primera ciudad de la mitología sumeria. Se le otorgó la autoridad de gobernar. —explicó el Doctor Romani.

—Está al sur, más allá de Uruk, en la jungla. —continuó el Doctor.

Gilgamesh miró a Ishtar con expectación.

—Supongo que tú sabes quién se encuentra allí, ¿no, Ishtar?

—Supongo que debo decíroslo... —suspiró la diosa—. Es la serpiente alada, compañera de Venus y gran pájaro solar. El viento divino de Mesoamérica... Quetzalcóatl.

—¿¡Quetzalcóatl!? —exclamó Romani, visiblemente exaltado—. ¡Esa entidad está a nivel de semidiós! Es incluso más fuerte que Gorgon.

—Con la historia humana destruida, no tengo acceso a registros sobre esa Mesoamérica... —murmuró Romani.

—Doctor Romani, reúna toda la información posible sobre ella. —ordenó Gilgamesh con firmeza.

De repente, un estruendo sacudió la ciudad.

Un soldado irrumpió en la sala, jadeando.

—¡Mi rey! Una mujer que se hace llamar Quetzalcóatl ha destruido la puerta sur y se dirige hacia el zigurat.

A poca distancia, en una de las calles destruidas, una mujer de cabello rubio, ataviada con un atuendo de inspiración azteca, se reía mientras lanzaba soldados por los aires.

—¡Uno, dos, tres! —canturreaba mientras hacía malabares con tres infortunados guardias, arrojándolos luego contra edificios y puestos callejeros con una fuerza arrolladora.

—¡Rápido, formen tres filas! —gritó un soldado mientras los demás se colocaban en posición, preparándose para el combate.

Quetzalcóatl simplemente sonrió, dio un salto ágil y descendió en picada hacia los soldados. Sin embargo, Mash apareció justo a tiempo a su lado, conectándole una potente patada que la hizo estrellarse contra un edificio cercano.

—Nos encargaremos de esto. —dije mientras nos acercábamos a Mash.

Desde los escombros, la voz animada de Quetzalcóatl resonó.

—¡Wow! ¡Fantástico! Qué técnica tan increíble, te daré 40 puntos. —dijo con entusiasmo, completamente ilesa.

Luego, nos observó con una sonrisa emocionada.

—¿Son mis siguientes oponentes? Tienen bastante espíritu.

—Master… ella me da un poco de miedo. Puede reírse incluso después de eso sin inmutarse… —dijo Mash en voz baja.

—¡Ohhh! Así que son Servants… Supongo que ese chico lindo de allí es un Master de otro lugar, ¿verdad? —preguntó Quetzalcóatl señalando a Fujimaru.

Merlin dio un paso al frente.

—Sí, él es Fujimaru. El Master de la humanidad.

Fujimaru alzó la voz con firmeza:

—Dinos, Quetzalcóatl, ¿por qué viniste a destruir este lugar?

Quetzalcóatl se llevó un dedo al mentón con una expresión juguetona.

—Ehh, bueno… si me miras de esa manera, me atacas en mis puntos débiles. Si Fujimaru se casa conmigo, no me importaría unirme a ustedes.

—¡¿¿¡¿¡¿¡¿¡¿¡¿¡¿¡¿¡¿¡¿¡¿¡¡¡QUÉEEE?!?!?!? —gritaron todos al unísono.

Yo me atraganté con mi propia saliva tras escuchar semejante declaración.

—En cuanto a lo de destruir Uruk… —continuó ella mientras descendía del edificio—. Nosotras fuimos traídas aquí por Madre para destruir la ciudad, pero yo lo hago a mi manera.

Con una amplia sonrisa malvada, añadió:

—Mataré a cada humano uno por uno. Así, acabaré con la humanidad.

Luego suspiró, relajada.

—Pero bueno, debo irme. Solo mato a 100 personas por día, o si no, ¡no me acordaré de cada uno! —dijo mientras silbaba alegremente.

Un majestuoso ave multicolor descendió del cielo. Quetzalcóatl se subió sobre ella, y con una mano en alto, se despidió de nosotros mientras se alejaba volando.

De pronto, un sonido extraño captó nuestra atención. Al girarnos, vimos a Jaguar Man colocando los cadáveres de los soldados en grandes cestas. Todos la miramos con expresión de puro desconcierto.

Sin perder el ritmo, Ana reaccionó de inmediato. Lanzó su hoz en un movimiento veloz, la cual Jaguar Man esquivó en la ida, pero en el regreso la hoja se clavó en su costado. Para rematar, el pincho al final de la cadena cayó directamente sobre su cabeza.

—¿Qué estás haciendo con los cuerpos? —preguntó Fujimaru, todavía atónito.

—¡Esos cuerpos son propiedad de Kuku ahora! Si no los llevo con ella, me va a golpear… y no se contendrá. —dijo la chica, sobándose la cabeza.

—Además, ¿crees que viene sola? ¡Siempre trae guardaespaldas! —añadió con dramatismo mientras todos miraban a su alrededor.

Yo, sin embargo, no sentí ninguna presencia cerca. No había nadie más.

—Parece que se me olvidó… pero traje a mis guerreros jaguar. —dijo con orgullo mientras un grupo de orcos comenzaba a acercarse lentamente a nosotros.

Antes de que pudiera escapar, me adelanté.

—Yo me encargo. —afirmé con decisión, dando un paso al frente.

—¡Gran colapso! —grité mientras pisaba con fuerza el suelo.

Una grieta se abrió rápidamente, liberando una explosión de lava que vaporizó a todos los enemigos al instante.

[300,000 P.S.]

—¡Genial! —exclamó Fujimaru con ojos brillando como estrellitas.

—Bueno, vamos a informar a Gilgamesh —dije mientras acariciaba la cabeza de Fujimaru.

[Tres horas después...]

—Esto es un gran problema... pero ya que me lo habéis informado, pasaremos a la segunda fase del plan: derrotaréis a Quetzalcóatl y recuperaréis el Arma Divina. ¡Ahora, marchaos, héroes, y completad esta gran misión! —gritó Gilgamesh con autoridad.

—Bueno chicos, creo que es hora de cazar. Dejadmelo a mí, hace tiempo que no peleo, así que no os preocupéis —dije con una sonrisa levantando el pulgar.

Al oír mis palabras, todos se animaron.

—Está bien, te lo dejamos a ti —dijo Fujimaru con decisión.

—¡Ja, ja, ja! Entonces, ¡la victoria está asegurada! —añadió Gilgamesh entre risas—. Ahora, marchaos, héroes —dijo, alzando su mano en despedida.

[Después de un largo recorrido...]

Nos encontrábamos cruzando un extenso bosque que nos llevaría hacia Quetzalcóatl y hasta Eridu, donde se hallaba el Arma Divina.

—Mash... —preguntó Fujimaru.

—Chicos, ¿vosotros pensáis que esta operación tendrá éxito? Esa sonrisa de Quetzalcóatl no se me va de la cabeza... Y estaba asesinando personas —dijo Mash con tono preocupado.

—Según lo que dijo, no podremos convencerla con palabras —comentó Ana con seriedad.

—Creo que hay una forma de hacerlo —dijo Merlín pensativo—. Según lo que mencionó, lucha contra la humanidad porque su madre, al invocarla, se lo ordenó. Está peleando contra su voluntad.

—¿Pero quién será esa madre? —preguntó Mash intrigada.

—Si lo pensamos bien, debería tratarse de Tiamat, la Madre de las Bestias —respondió Merlín mientras reflexionaba.

—Vamos, ¿a qué vienen esas caras? No os pasará nada —dije, rodeando a Mash y Fujimaru por el cuello en señal de confianza—. Como dije en la sala del trono, me encargaré de todo.

—Además, no dejaré que mis amigos mueran en esta guerra mientras yo pueda evitarlo. ¡Y no puedo permitir que Fujimaru se quede sin novia! Luego tú te pelearás con Quetzalcóatl para compartir a Fujimaru —añadí con una gran carcajada, provocando que Fujimaru y Mash se sonrojaran mientras los demás reían de la situación.

—Sé que eres fuerte y todo eso, pero... ¿estás seguro de que ganarás? —preguntó Ana, tomándome de la manga con una expresión preocupada en su rostro.

—No tienes que preocuparte, ganaré. Después de todo, yo soy el más fuerte aquí —respondí con una gran sonrisa mirando a todos. Esto elevó el ánimo del grupo, e incluso a Ishtar se le notó un leve sonrojo.

Había pasado un tiempo desde nuestra conversación en el bosque. Ahora era de noche y me encontraba sentado sobre un tronco cuando una voz interrumpió mis pensamientos.

—Buenas noches. ¿Otra vez estás con tu deber de guardián? Toma un poco de agua —dijo Ishtar, quien estaba parada a mi lado.

—Gracias. Siéntate, no te quedes de pie —le respondí con una sonrisa mientras me hacía a un lado.

—Gracias. Quería hablar contigo sobre... ¡Achoo!

Tras el estornudo, apareció una diosa diferente, aunque muy parecida a Ishtar. La mayor diferencia era que esta llevaba una capa rojiza que la envolvía. Me sorprendió verla.

—¿Por qué te sorprendes? ¡Todas las personas estornudamos! —dijo con un pequeño puchero.

—Aún me sorprende lo hermosa que te ves con el cabello rubio —le dije con una sonrisa, lo que hizo que Ishtar se pusiera roja como un tomate y se pusiera algo nerviosa.

—Vamos, no te pongas así. Después de todo, ahora eres mi novia, ¿no? —dije con una sonrisa.

—Sí... —respondió Ishtar, un poco más calmada.

—Bueno, ¿qué era eso que querías contarme?

—Ah, sí. Era sobre Quetzalcóatl. Ella es una diosa que representa el ápice del bien, por lo que nada que sea bueno puede dañarla... Así que no podré ayudaros en la batalla.

—No te preocupes. Tampoco quería que pelearas. No quiero que te hagas daño —le dije mientras acariciaba su cabeza con cariño.

—Pero te lo digo porque me preocupo por ti. Quetzalcóatl es muy fuerte, y no quiero que mueras luchando contra ella —dijo Ishtar con expresión seria.

—No te preocupes —respondí con una sonrisa—. Mira, te haré una promesa, y aprendí de una de mis novias que jamás se debe romper una promesa.

—¿Una promesa? —preguntó ella, algo desconfiada.

—Sí. Después de vencerla y conseguir el Arma Divina, te llevaré a una cita a un lugar que te encantará. ¿Qué te parece?

—No te creo —dijo Ishtar con un pequeño puchero.

—Bueno, entonces… —dije mientras la levantaba con suavidad y la acercaba a mí.

—¡Luciano, qué haces...!

No pudo terminar la frase, porque la besé. Al principio se sorprendió, pero pronto envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y me devolvió el beso.

Después de unos minutos, nos separamos.

—Te lo juro, tendremos esa cita. Y saldré vivo de esa pelea —dije mientras la abrazaba con fuerza.

—Espero que lo cumplas —respondió con una pequeña sonrisa mientras nos abrazábamos.

Poco después, escuché un bostezo: era Ishtar, que comenzaba a quedarse dormida entre mis brazos.

—Vamos, no te preocupes. Duérmete, yo cuidaré de ti —le susurré, dándole un beso en la cabeza.

Ella no tardó mucho en quedarse dormida.

—Creo que yo también echaré una siestecita —murmuré mientras creaba un árbol detrás de mí para apoyarme y dormir un poco.

Time skip...

Ya era de día. Nos encontrábamos de nuevo en camino hacia la base de Quetzalcóatl.

—Lo siento, pero no puedo sacar eso de mi cabeza —dijo Mash con el ceño fruncido.

—¿La conversación de ayer? —preguntó Fujimaru.

—¿Qué conversación? —intervino Ishtar, que caminaba a mi lado.

—Sobre la madre de las diosas… la que le ordenó a Quetzalcóatl destruir a la humanidad.

—Estoy segura de que Ishtar sabe quién es —dijo Mash—. ¿Será Tiamat? ¿O tal vez Gorgon?

—No podría importarme menos esa absurda alianza de las tres diosas —respondió Ishtar con desdén.

—Eh… —murmuró Merlín con una ceja levantada.

—¡Así que habéis vuelto a mi bosque, presas mías! —gritó Jaguar Man, apareciendo de repente frente a nosotros.

—Quetzalcóatl es la diosa principal de la mitología mesoamericana. Da igual cuánto poder obtenga Gorgon con el Santo Grial, no podría hacerle frente —comentó Merlín mientras pasábamos de largo a Jaguar Man.

—Creo que lo mejor sería intentar hablar con ella —sugirió Merlín.

—¿Hablar? —preguntó Fujimaru, extrañado.

—Sí. Hablar es la mayor muestra de sinceridad del ser humano —respondió Merlín con una sonrisa mientras ignorábamos de nuevo a Jaguar Man.

—¿Es que no soy convincente? ¡No veis a una diosa con los ojos llorosos delante vuestra! —decía Jaguar Man, girando en círculos alrededor del grupo.

—¡Entonces os mataré! —gritó de pronto mientras se nos plantaba delante e invocaba su lanza.

Ishtar le disparó sin siquiera cambiar la expresión, acertándole de lleno en la frente.

—Jeje, no duele… —dijo mientras caía al suelo con un gran chichón en la frente.

—No sabéis que los servants rebeldes pueden morir. Desde el principio solo hemos estado Kuku y yo. Yo solo soy una Gorgon que la sigue…

—¿Así que eres una sanguijuela? —comentó Merlín con burla—. Fujimaru, ya sabes qué hacer: cuantos más aliados tengamos, mejor.

Fujimaru suspiró y se acercó a Jaguar Man, que seguía murmurando, con una expresión seria.

—Jaguar… tu pelaje es tan brillante como el de una bestia demoníaca. Tus ojos redondos son tan lindos como los de un gacer... Son hermosos —le dijo.

—¿Eso fueron cumplidos? —pregunté a Mash con cara de póker.

—S-sí… —respondió ella, un poco avergonzada.

Para nuestra sorpresa, a Jaguar Man le encantaron.

—¡Ahora soy vuestra aliada! ¡Os ayudaré a vencer a Kuku! —dijo emocionada, señalándose con orgullo.

—Esta chica es rara… —le dije a Ishtar, que estaba igual de confundida.

—Sí… —respondió ella—. Solo espero que tú no digas cumplidos tan tontos como esos…

—¿Qué pasa? ¿Quieres que te diga algunos? —dije con una sonrisa, mirándola con picardía, mientras los demás nos observaban.

—Inténtalo, a ver si me sorprendes —retó ella con los brazos cruzados.

—Humm... bueno, entonces... Tus ojos, rubíes encendidos por los cielos, brillan con la pasión de mil estrellas; son promesa de deseo y destrucción en un solo parpadeo.Tu piel, blanca como las nubes que rozan el trono de los dioses, no conoce impureza alguna, como si la misma luna la hubiera esculpido con susurros de eternidad.Tu cabello, oscuro como una noche sin luna, fluye como sombras divinas en guerra, enmarcando tu rostro con la majestuosidad de una diosa que no necesita piedad, solo devoción.Ishtar, reina de los cielos y los tormentos, cada paso tuyo es un juicio, cada mirada, una bendición disfrazada de castigo.El mundo se inclina ante ti, no por miedo, sino por el hechizo de tu divina hermosura.Cuando la noche cae sobre Uruk, no se teme a la oscuridad... se la admira, porque tu cabello es más profundo, y tus ojos más brillantes que cualquier estrella naciente.

—¡Es un poeta! —exclamó Merlín entre lágrimas, aplaudiendo emocionado.Los demás simplemente se quedaron con la boca abierta de par en par.

Cuando terminé de hablar, miré a Ishtar. Estaba roja como un tomate, con unas lágrimas brillando en sus ojos.

—Espera... ¿No te gustaron? Entonces me dis...

No pude terminar la frase. Ishtar se lanzó a besarme con fuerza, dejando a todos aún más boquiabiertos.

—Nunca me habían dicho cosas tan bonitas... —murmuró Ishtar mientras se limpiaba las lágrimas después del beso.

—Me alegra que te gustaran, mi diosa.

—¿"Mi diosa"...? —repitió Ishtar en su mente, mientras un leve sonrojo volvía a teñirle las mejillas.

—¿Hay algo que este hombre no haga bien? —preguntó Merlín, aún conmovido, mirando a Fujimaru.

—Creo que no... —respondió Fujimaru resignado.

—A ver si aprendes —dijo Mash mientras le daba un sape cariñoso en la cabeza.

—Sí, lo intentaré —respondió él, frotándose el lugar del golpe.

—Bueno, ahora estaré al cuidado de Fujimaru —dijo Jaguar Man con una sonrisa.

—Podrías guiarnos desde Ur hasta Eridu —propuso Fujimaru.

—¡Claro! ¡Los llevaré más rápido que el sonido! —respondió divertida mientras soltaba una risa juguetona.

Pronto llegamos a una aldea donde encontramos a los habitantes secuestrados de Uruk. Para nuestra sorpresa, estaban vivos.Jaguar Man nos explicó que Quetzalcoatl, después de darles un golpe mortal, los revivía. La noticia alegró mucho a Fujimaru, ya que significaba que no había víctimas fatales.

—Bueno, Jaguar, llévanos con Quetzalcoatl —dijo Fujimaru con firmeza.

—¿Estás seguro? Cuando muestra su verdadera personalidad es peor que Gorgon. Es una diosa que ama las peleas. No podrás convencerla con palabras.

—Ya lo sabemos. No usaremos palabras esta vez —respondió, mirándome.

Yo simplemente sonreí en respuesta.

—Bueno, detrás de este bosque está Eridu. ¿Cuál es el plan? —le pregunté a Fujimaru.

—Es sencillo: una lucha de almas contra Quetzalcoatl —respondió con un tono serio que pocas veces usaba.

—Entonces... que empiece la caza —dije con una gran sonrisa, emocionado.

Continuará...


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