La Familia de Riuz(Omniverso)

Chapter 18: 18) Nueva vida en Zoopolis



Pasé una noche más en la cárcel, y aunque mi abogado intentó evitarlo, no pudo hacer mucho: en esta época, la protección infantil era casi inexistente. Lo único que me alegró fue que, poco después, la comadreja y sus dos matones de la tienda de empeños también fueron arrastrados aquí. No sé exactamente qué ocurrió, pero verlos encerrados conmigo me hizo sonreír con la misma expresión que la comadreja me había dedicado antes. También fue reconfortante ver a sus dos matones cubiertos de vendas por el desastre que causé.

Al día siguiente, mi abogado finalmente logró sacarme de allí. Me consiguió un traje adecuado y nos presentamos ante el juez, aunque no era un juicio completamente formal. Solo se tomaron algunas declaraciones, especialmente de la comadreja, que parecía a punto de desmayarse al descubrir que, aunque no hablaba su idioma, sí podía escribir. Había intentado robarme, pensando que no podría buscar ayuda de las autoridades. Su expresión fue todo lo que necesitó el juez para comprender la situación; al parecer, esta comadreja ya había tenido problemas antes.

Fueron unas horas intensas, pero salimos bien. Los policías habían vuelto a la tienda de la comadreja, confiscaron la moneda y le hicieron preguntas al respecto. A diferencia de mí, que conocía esas monedas por usarlas, la comadreja no tenía idea de qué eran, y por eso lo arrestaron. Además, tenía pruebas de que yo era el robado y de que, aunque hubo una pelea, no tenía armas cuando fui arrestado, ni "dientes o garras" para causar heridas. Los policías, tras verme, comenzaron a dudar de lo que habían creído ver en el momento de la pelea; pensaron que quizás las garras y colmillos fueron solo parte de su imaginación. Nadie estaba seguro, y logré librarme de ese cargo. Que viva este sistema deficiente.

Al salir de la sala de audiencias, mi abogado estaba radiante por su primer caso exitoso sin supervisión. Estaba ansioso por ir a ver a su maestro y mostrarle lo que había logrado, pero entonces recordó que yo estaba ahí, un niño perdido sin familia y sin hablar el idioma local.

Me llevó a un banco en una plaza cercana, sacó su cuaderno y comenzó a comunicarse conmigo. Me mostró mis opciones: además de hacer un reporte policial para buscar a mi familia, podía solicitar alojamiento temporal, como un orfanato, aunque dudó en mencionarlo debido a mi estatus noble. Otra opción era intentar encontrar algún conocido que pudiera acogerme un tiempo. Aunque yo era un ser extraño, a Barnaby no le gustaba la idea de dejarme a mi suerte en esta ciudad desconocida. Esta Zoopolis no era tan amable como su sucesora.

Me tomé un momento para reflexionar y luego le pedí un favor: que se convirtiera en mi abogado personal para ayudarme con algunos asuntos legales. Al principio dudó, pero le ofrecí una buena paga a cambio de su ayuda. Para demostrar que podía pagarle, le conté que, aunque estaba separado de mi familia, algunos baúles con nuestro dinero también se habían perdido conmigo.

Se alarmó al escucharlo, y a diferencia de otros, lo primero que pensó no fue en robarme, sino en los peligros de que alguien se enterara de esta información. Comenzó a hablarme en susurros para que nadie más escuchara, aunque eso hacía que la conversación pareciera aún más sospechosa.

Después de discutirlo un rato, logré convencerlo de que se convirtiera en mi abogado personal, aunque insistió en consultarlo con su maestro primero. Lo acompañé hasta la oficina de su mentor, "Alcides Stratton", según decía la placa en la entrada. Entramos, y me quedé esperando afuera mientras Barnaby hablaba con su maestro.

Poco después, fui llamado y vi a un imponente alce trajeado, sentado en una gran silla, mirándome con seriedad e indiferencia. Me ofrecieron asiento, junto con papel y una pluma para la conversación. Más que una charla, fue un cuestionario. El alce escribió una serie de preguntas que respondí sin dificultad, gracias a la educación que recibí de mi madre. Las preguntas abarcaban todo tipo de temas: edad, procedencia, familiares, estado civil de mis padres, propiedades, títulos, educación, posesiones... Respondí con claridad en casi todo, aunque me permití vaguedades sobre mi procedencia, diciendo que, como niño, no estaba seguro de dónde vivía exactamente, y sobre el dinero respondí solo "tengo lo suficiente".

Me pidieron que saliera tras la entrevista, y lo hice, aunque con cierta desconfianza respecto a las intenciones del alce. Sin embargo, más que malas intenciones, percibí un completo desinterés hacia mí, como si yo no valiera su tiempo. Esperé unos minutos afuera hasta que Barnaby salió y, con una sonrisa, me dijo algo que no entendí. Al notar mi confusión, sacó un papel y escribió:

"Felicidades, señor Black, soy su nuevo abogado personal."

Al comprenderlo, le di un pequeño aplauso alentador y luego nos dirigimos a un escritorio en la recepción, donde comenzamos a trabajar juntos en los próximos pasos.

...

Lo primero que necesitaba hacer era conseguir fondos, pero no pensaba arriesgarme con las casas de empeño esta vez, así que dejé que Barnaby buscara la forma de convertir mi oro y joyas en dinero, y así fue.

Sentí una mezcla de ironía y resignación cuando vi el lugar al que me llevó, ademas de unas ganas de patearme las pelotas por no haberlo pensado antes.

{Banco Cosecha Provechosa}

"Soy un idiota", pensé en voz baja.

Entramos y, después de que Barnaby hablara con el personal, nos dirigieron a una oficina privada donde nos atendió una tigresa. Esperé pacientemente hasta que Barnaby escribió sus instrucciones. Al entender lo que necesitaba, saqué un lingote de oro de mis pantalones, lo cual dejó a ambos boquiabiertos. Ignoré las preguntas de Barnaby sobre el origen de ese lingote, el sabía que no llevaba nada al entrar y no dejaba de mirarme confundido. La tigresa tomó el lingote con una mezcla de asco, sorpresa y recelo antes de llevárselo para analizarlo.

Barnaby me aseguró que este lugar era confiable y que no debía preocuparme. Después de un rato, la tigresa regresó con una gran sonrisa y un brillo de emoción en la mirada. Habló con Barnaby, quien también se sorprendió y me comentó que habían descubierto el alto nivel de pureza del oro. No me sorprendió: el oro trabajado por los duendes no es cualquier cosa.

Nos dieron un precio, aunque yo no sabía si era justo, así que dejé que Barnaby se encargara de negociar. Tras discutirlo un poco, me preguntó si tenía más para cambiar, ya que le mencioné que también llevaba joyas. Asentí y comencé a sacar más lingotes, uno tras otro, de mis pantalones, mientras veía cómo la incredulidad crecía en sus rostros. Incluso la tigresa parecía ansiosa por sacarme los pantalos, aunque desgraciadamente no por motivos sexuales.

Sobre la mesa había ahora una pequeña pirámide de seis lingotes y una bolsa de gemas muy llamativas, lo que comenzaba a darle dolor de cabeza a mi abogado. Trabajó arduamente para asegurarme un buen precio y terminó abriéndome una cuenta en el banco donde pudiera guardar el dinero, ya que la cantidad era demasiado elevada como para llevarla en efectivo como pensó en un principio.

Me convertí en un cliente VIP del banco, y Barnaby salió empapado en sudor por la presión que esta situación le imponía. Cuando aceptó ser mi abogado, pensó que se trataría en parte de un acto de caridad hacia un niño perdido, pero ahora, viendo la cantidad de oro que tenía, empezaba a preguntarse de qué clase de familia venía y qué sucedería cuando llegaran a Zoopolis.

Al terminar con el banco, le pregunté sobre la posibilidad de comprar una propiedad, algo discreto, pues no quería malgastar el dinero. Necesitaba un hogar y una fuente de ingresos, así que pensé en abrir una tienda para vender objetos de mi mundo original o algo por el estilo. Le di mis especificaciones, y Barnaby, resignado, suspiró antes de guiarme nuevamente al banco del que acabábamos de salir.

...

Aquí estaba, en una propiedad que el banco me vendió a un precio razonable gracias a mi estatus como cliente especial. Tiene dos pisos: la planta baja está diseñada como una tienda en la parte delantera, con una cocina y un baño en la parte trasera; en el piso superior hay un par de habitaciones. Era perfecta a su manera, y me sentía feliz de tener un nuevo hogar. Estuve viviendo en casa de Barnaby durante los días que tomaron los trámites legales de la compra. Debido a mi edad, fue más complicado de lo habitual, pero mi abogado es muy competente, y, aunque tomó su tiempo, logró poner la propiedad a mi nombre, haciendo algunos ajustes legales y moviéndose de aquí para allá. En esta época, aún no existían muchas leyes al respecto, o eran fáciles de eludir.

El lugar estaba vacío, pero para mí eso estaba bien; prefería ir comprando cosas poco a poco. Barnaby estaba algo preocupado por mi seguridad, pero le aseguré que estaría bien, y tuvo que marcharse. Al quedarme solo, comencé a reflexionar sobre mi situación. No era sencilla, pero con cuidado creo que podría salir adelante. Tenía que pensar en algún negocio para generar ingresos. Si no lograba regresar a mi mundo, el dinero de mis madres no duraría para siempre.

Pasé un mes en mi nueva casa, definiendo mi próximo curso de acción. Una vez que tuve un plan claro, contacté a Barnaby para que me ayudara con los permisos necesarios para abrir el negocio que tenía en mente.

...

Miré la fachada de la tienda, donde un par de jirafas estaban colocando el cartel en la parte superior.

"Black Reparo"

Sonreí al verlo y entré a mi tienda, que ahora contaba con un largo mostrador y varias estanterías a lo largo del espacio, aunque nada más. Era un comienzo sencillo y no esperaba que fuera demasiado llamativo.

Así es, decidí abrir un negocio de restauración, o, mejor dicho, de reparación de objetos. Reflexioné sobre mis habilidades y pensé en aprovechar aquellas capacidades con las que nací: la magia. Durante mi tiempo con mis madres, no había aprendido muchos hechizos y no era un experto en los que conocía, pero entre los que había aprendido estaba el encantamiento reparador. Pensé que podía usarlo para ganar dinero sin costo adicional. Probé la magia en este mundo, y aunque funcionaba, la recuperación de energía mágica era un poco más lenta; no podía alimentarme de la magia del ambiente, solo de la propia. Afortunadamente, mis poderes, tanto los puros como los corruptos, parecían producirla sin problema.

Con el hechizo reparador, podía arreglar objetos de forma rápida, sencilla y económica, casi sin coste. Un movimiento de varita y listo: como nuevo. Me pareció la idea perfecta, un negocio simple pero efectivo. Barnaby dudaba de mi habilidad, pensando que como noble, no tendría destrezas de artesano, pero como era mi abogado, no se involucró más allá de sus obligaciones.

Durante un buen tiempo, no tuve clientela. La mayoría de quienes venían lo hacían solo para ver a la criatura extraña que era yo, pero su curiosidad era momentánea. En esta época, no era tan raro ver a personajes exóticos provenientes de tierras lejanas.

Mi primer cliente llegó más tarde de lo que hubiera preferido, pero finalmente apareció. Era un cerdo que parecía muy asustadizo, temblaba constantemente mientras me mostraba un viejo jarrón roto para que intentara repararlo. Observé el jarrón e intenté comunicarle que estaría listo en unas horas, dándome así un margen de tiempo suficiente para cualquier complicación. Como no sabía leer, tuve que señalar la hora en el reloj de pared que había comprado para que lo entendiera. Agradecido, me tomó de las manos casi rogándome que lo arreglara, y luego se fue.

Llevé el jarrón a la parte trasera para que nadie viera lo que hacía e intenté repararlo con magia. No fue fácil al principio; mi nivel de hechizo no era tan alto como para restaurar la enorme grieta que tenía. Después de varios intentos, logré repararlo, aunque no confiaba en que fuera perfecto, así que seguí trabajando y comprobándolo para asegurarme.

Mi cliente regresó a la hora acordada. Parecía que nunca se había alejado mucho de la tienda, como si hubiera esperado afuera todo ese tiempo. Cuando vio el jarrón, casi lloró de alegría y suspiró aliviado. Me abrazó y dejó más dinero del que le iba a cobrar en el mostrador, pero antes de que pudiera decirle algo, salió corriendo con el jarrón en las manos. Solo pude encogerme de hombros y guardar el dinero.

...

Así comenzó mi negocio. Él fue mi primer cliente, y aunque tuve que esperar bastante por el segundo, poco a poco el tiempo de espera se redujo hasta que mi tienda empezó a ganar reputación y los clientes llegaron con frecuencia.

El negocio prosperaba y mi habilidad en el hechizo mejoraba con cada trabajo. Descubrí que mi poder puro tiene un efecto restaurador más fuerte que el de los hechizos, aunque es más difícil de controlar. Así que empecé a usar una mezcla de ambos: el hechizo reparador potenciado con mi energía pura.

Mi negocio era apreciado por muchos, no solo por la confiabilidad con la que podían restaurar sus objetos, sino también porque no hacía preguntas al respecto. Esto atrajo a clientes de dudosa moralidad que aparecían con frecuencia. No puedo decir que estuve libre de problemas con esa clase de matones, especialmente cuando el negocio creció, pero aprendí cómo manejarme. Al principio, actuaba débil e inocente, como un niño, hasta que confirmaba que nadie nos veía; entonces, aprovechaba mi habilidad para convertir mis dedos en puntas filosas y atacaba sus corazones y cuellos, eliminando cualquier amenaza. Luego, guardaba sus cuerpos en la "Puerta" hasta su posterior eliminación y limpiaba la evidencia con hechizos de limpieza. Al principio, fue difícil, pero con el tiempo me acostumbré. Afortunadamente, en esos momentos de inexperiencia, contaba con un buen abogado para sacarme de aprietos, aunque notaba que, poco a poco, empezaba a temerme y dudar de mi.

En fin, el negocio iba bien, y eso era lo importante. Además, no solo trabajaba; en realidad, trabajaba poco, pero lo hacía parecer de otro modo. Lo que podía reparar en un instante lo presentaba como un trabajo de una hora, y algo complicado lo entregaba en varias horas o incluso al día siguiente. Aprovechaba todo ese tiempo libre para estudiar. Me di cuenta de la importancia de aprende, y lo conveniente que podía ser. Ahora admiraba muhco mas a Hermione por tener ese gusto por el estudio desde tan joven.

Sabía que mi ventaja en este mundo era la magia, así que empecé a estudiar los libros que mis madres me habían dado. Tenía todos los libros de magia desde el primer año hasta el séptimo, y más. Ellas no esperaban que los leyera todos, pero, por su preocupación, me dieron más material del que necesitaría, y ahora estaba agradecido por ello. Atrapado aquí, sin saber cuando podre volver, la magia se volvía un verdadero milagro. Quizás no tenía un maestro y podía ser peligroso, pero tenía tiempo de sobra para aprender.

Sin embargo, no solo estudié magia. También compré libros sobre ingeniería, maquinaria y mecánica. Esto fue motivado por un cliente que me trajo un reloj antiguo (aunque moderno en esta época) para reparar. Pude arreglar el exterior, pero no logré hacerlo funcionar, y entonces comprendí mi error al desconocer su funcionamiento interno. Fue la primera vez que fallé, pero me impulsó a aprender para que no volviera a suceder. Leí libros y compré artefactos mecánicos cada vez que tuve oportunidad, desarmándolos para entender su funcionamiento y luego volviéndolos a ensamblar.

Fue una época ocupada, pero en cierto modo pacífica. Apenas salía de la tienda. Aún había mucho por explorar en este mundo, pero no me sentía seguro. Primero, quería asegurarme de no volver a fallar como lo había hecho al principio. Me quedaría aquí hasta ser lo suficientemente fuerte y capaz.


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