Chapter 3: Cap 3 El primer demonio
La noche era oscura y silenciosa, salvo por el crujir de las hojas bajo mis pasos. Caminaba detrás de Shinobu, con las dos katanas ajustadas en mi cintura. Sentía el peso de ambas, una normal y la otra más corta, ambos regalo de Shinobu para poder lastimar a un demonio, pero aún conservaba la funda de mi padre como una extensión de mí mismo.
—¿Seguro que estás listo? —preguntó Shinobu, girando la cabeza para mirarme con esa sonrisa que parecía mezclar burla y curiosidad.
—Por supuesto. He estado esperando esto desde que me diste esa charla sobre "no morir en el intento" —respondí, intentando sonar confiado.
Ella soltó una risita.
—No lo decía en broma. Los demonios no son como los ciervos que cazas para la cena.
—Gracias por recordármelo. Pero ya te dije, no soy un simple cazador.
—Eso está por verse —murmuró, aunque pude notar un destello de diversión en su mirada.
Llegamos a un claro en el bosque, y el aire se volvió más denso. Había un olor extraño, como hierro oxidado, y la tierra estaba teñida de un oscuro carmesí.
—Ahí está —dijo Shinobu en voz baja, señalando con un movimiento sutil de su cabeza.
Un demonio emergió de entre los árboles. Era alto, con garras que reflejaban la luz de la luna y ojos llenos de crueldad.
—Vaya, vaya… dos humanos, y uno de ellos trae dos espadas. ¿Qué clase de tontería es esa? —gruñó, mostrando una sonrisa torcida.
Desenvainé ambas katanas, adoptando una postura que había practicado hasta el cansancio.
—¿Quieres probar si es una tontería? —le respondí, sosteniendo la espada larga en la mano derecha y la corta en la izquierda.
El demonio soltó una carcajada, pero antes de que pudiera moverse, Shinobu se apoyó contra un árbol y dijo con calma:
—Recuerda, estoy aquí para observar, no para salvarte. Así que no me decepciones.
—Qué motivadora eres —contesté con sarcasmo, manteniendo la mirada fija en el demonio.
El demonio se lanzó hacia mí con una velocidad sorprendente, pero mi cuerpo reaccionó por instinto. Desvié su primer ataque con la katana corta, girando sobre mi eje para atacar con la larga.
—¡No está mal! —gritó Shinobu desde su lugar—. Aunque podrías intentar no tropezarte con tus propios pies.
—¡Estoy bien! —respondí mientras esquivaba otro zarpazo y contrarrestaba con un corte al brazo del demonio.
La criatura rugió de dolor, retrocediendo unos pasos mientras me miraba con furia.
—Maldito mocoso, ¿crees que puedes conmigo? —gritó, lanzándose nuevamente.
Esta vez lo esperaba. Usé la katana corta para bloquear su garra y la larga para cortar diagonalmente su torso. La sangre negra salpicó el suelo mientras el demonio tambaleaba.
—¿Eso es todo? —dije, respirando pesado pero sin bajar las espadas.
Shinobu se cruzó de brazos, sonriendo.
—Bien hecho, pero no cantes victoria todavía.
El demonio se levantó de nuevo, con su herida comenzando a cerrarse. Esta vez sus movimientos eran más rápidos y agresivos. Bloqueé y esquivé como pude, sintiendo cómo mis músculos empezaban a doler.
—¡No flaquees ahora! —dijo Shinobu, ahora sonando un poco más seria—. Busca una apertura.
Concentrándome, esperé a que el demonio se lanzara otra vez. En el último momento, esquivé hacia un lado y dirigí un corte limpio con ambas katanas al cuello de la criatura. La cabeza del demonio cayó al suelo antes de que su cuerpo se desintegrara en cenizas.
Me quedé inmóvil por un momento, respirando con dificultad mientras bajaba las espadas.
—¿Ves? Te dije que podía hacerlo —dije finalmente, girándome hacia Shinobu con una sonrisa cansada.
Ella se acercó, mirándome de arriba abajo.
—Hmm… no estuvo tan mal. Aunque tu postura sigue siendo un desastre.
—¿Qué tal un simple "buen trabajo"? —respondí, envainando las katanas.
Shinobu rió suavemente.
—Eso sería demasiado fácil. Además, no quiero que te confíes.
Nos sentamos junto a una fogata que armamos cerca del claro. Mientras el fuego crepitaba, Shinobu me observó con una expresión que no pude descifrar del todo.
—¿Sabes? Pensé que durarías menos. Pero parece que hay algo en ti.
—¿Eso fue un cumplido? —pregunté, alzando una ceja.
Ella sonrió, esa sonrisa que ya empezaba a reconocer.
—¿Por qué no ambos?
Solté una carcajada, sintiéndome más relajado de lo que esperaba después de enfrentarme a mi primer demonio. Esa noche, mientras Shinobu tomaba la primera guardia,
El crujido de la fogata y el susurro de las hojas en la brisa nocturna fueron mis compañeros mientras dormía profundamente esa noche. Aunque las pesadillas seguían acechando, desperté sintiéndome más descansado de lo que había estado en semanas.
Shinobu, como siempre, ya estaba despierta. Se encontraba junto al fuego, limpiando cuidadosamente su katana con un paño blanco.
Su expresión era tranquila, pero sus ojos parecían analizar cada detalle del arma como si estuviera preparándose para algo más grande.
—¿Dormiste bien? —preguntó sin mirarme, aunque la ligera curvatura en sus labios delataba que esperaba un comentario sarcástico.
—Mejor de lo que esperaba, considerando que peleé con un demonio por primera vez anoche. Pero gracias por preocuparte —respondí mientras me estiraba y tomaba mi katana corta para practicar algunos movimientos.
—No me preocupo, solo quiero asegurarme de que no te desmayes en el camino —dijo, guardando su katana y poniéndose de pie.
—Claro, lo que tú digas —respondí, rodando los ojos.
Después de desayunar algo rápido, Shinobu se puso en marcha, y yo la seguí sin cuestionar. A pesar de su actitud relajada, era obvio que no le gustaba perder el tiempo.
El sendero era empinado y lleno de obstáculos, pero Shinobu caminaba con una gracia natural que hacía parecer que ni siquiera tocaba el suelo. Yo, por otro lado, tropezaba con cada raíz que encontraba.
—¿Siempre caminas así de torpe? —preguntó, mirándome de reojo.
—Solo estoy calentando —respondí, fingiendo confianza mientras me sacudía el polvo de la ropa.
—Espero que mejores antes de llegar. No quiero que Jigoro piense que le estoy dejando un caso perdido.
—¡Hey! No soy un caso perdido. Solo… necesito un poco más de práctica.
—"Un poco" es quedarse corto —dijo con una sonrisa, pero esta vez noté algo diferente en su tono, como si intentara motivarme.
A medida que avanzábamos, el bosque comenzó a cambiar. Los árboles eran más altos y densos, y el aire se sentía más pesado. El silencio se hacía incómodo, pero Shinobu no parecía preocupada.
—¿Cuánto falta para llegar? —pregunté finalmente, rompiendo el silencio.
—Un día más, si seguimos a este ritmo. Aunque si sigues tropezando, podrían ser dos —respondió sin detenerse.
—Muy graciosa.
Cuando el sol comenzó a ocultarse, Shinobu decidió que era hora de hacer una pausa. Encontramos un claro junto a un pequeño arroyo y armamos otra fogata. Como siempre, ella cazó algo rápido mientras yo me encargaba de cocinarlo.
—Admito que no cocinas tan mal —dijo mientras comía.
—¿Eso fue un cumplido o un insulto?
—¿Por qué no ambos? —respondió, con esa sonrisa que ya comenzaba a acostumbrarme.
Esa noche, mientras nos turnábamos para hacer guardia, Shinobu me sorprendió al hacerme una pregunta.
—¿Por qué decidiste seguir adelante después de lo que te pasó?
La miré, sorprendido por el cambio en su tono. No era burla, ni sarcasmo, solo curiosidad genuina.
—Porque no quiero volver a ser débil. No quiero que nadie más sufra porque yo no fui lo suficientemente fuerte para protegerlos.
Shinobu asintió lentamente, como si mis palabras la hubieran tocado de alguna manera.
—Es una buena razón —dijo finalmente
—. Pero recuerda que ser fuerte no solo se trata de pelear. Se trata de no perderte a ti mismo en el proceso.—
Al día siguiente, llegamos al dojo de Jigoro Kuwajima. Era un lugar modesto, rodeado de colinas verdes y alejado de cualquier aldea. Un hombre mayor, de baja estatura pero con una postura imponente, nos recibió en la entrada.
—¿Así que este es mi nuevo aprendiz? —preguntó Jigoro, evaluándome con una mirada crítica.
—Sí. Es ruidoso, torpe, y tiene un sentido del humor cuestionable, pero creo que tiene potencial —respondió Shinobu, cruzando los brazos.
—Hey, sigo aquí —protesté, ganándome una pequeña risa de Jigoro.
—Bueno, si puedes soportar mis entrenamientos, quizá tengas una oportunidad. Pero no esperes que sea fácil.
—No espero que lo sea. Estoy listo —respondí con firmeza, mirando a Jigoro directamente a los ojos.
Shinobu observó la escena en silencio, y cuando terminó, se volvió hacia mí.
—Es hora de que me vaya. Tengo otras responsabilidades que atender, pero volveré para ver tu progreso.
—Gracias por todo, Shinobu. No sé si habría llegado hasta aquí sin ti.
Ella sonrió, y esta vez parecía más sincera.
—Solo asegúrate de no morir antes de que regrese. No quiero que mi esfuerzo haya sido en vano.
—Lo tomaré como un cumplido o talvez un insulto—respondí con una sonrisa.
—¿Por qué no ambos? —dijo, antes de girarse y desaparecer entre los árboles.
La observé hasta que su figura se desvaneció, sintiendo una extraña mezcla de gratitud y determinación.
Ahora estaba solo, con un nuevo maestro y un largo camino por delante. Pero no tenía miedo. Si algo había aprendido en este viaje, era que el miedo no tenía cabida cuando se trataba de proteger lo que amaba.