Chapter 6: Susurros en la pista
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Allen salió de la cafetería, el aire frío de la tarde lo envolvió como un manto helado. Las calles de la ciudad estaban iluminadas por las luces de neón que parpadeaban, creando un ambiente vibrante y lleno de vida. Sin embargo, su mente estaba centrada en el campeonato que se acercaba. Cada paso que daba resonaba con la determinación de un atleta que se prepara para la batalla.
Mientras caminaba, recordó las palabras de Eteri sobre Kayn. La intriga que había generado a su alrededor era palpable, y la idea de ser un enigma lo fascinaba. Allen había construido su identidad como un misterio, un personaje que aparecía solo en las competiciones, dejando a todos preguntándose quién era realmente. Pero en su interior, había una mezcla de orgullo y ansiedad. ¿Sería capaz de mantener su secreto una vez más?
Se dirigió al patinadero, donde se llevarían a cabo los entrenamientos finales antes del campeonato. El sonido de los patines deslizándose sobre el hielo resonaba en el aire, un canto familiar que lo llenaba de energía. Al entrar, se encontró con un grupo de patinadores, todos concentrados en sus rutinas, cada uno luchando por perfeccionar su arte. Allen observó desde un rincón, su mente analizando cada movimiento, cada técnica.
Entre los patinadores, vio a Kamila Valieva, su figura elegante y decidida brillando en la pista. Ella estaba en medio de una serie de saltos, cada uno más impresionante que el anterior. Allen sintió una oleada de admiración. Kamila era una de las mejores, y su dedicación era evidente. Pero también había una chispa de competitividad en su interior. Sabía que debía estar preparado para enfrentarse a ella en el campeonato.
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Mientras el tiempo pasaba, Allen se sumió en sus pensamientos. La presión de la competencia era abrumadora, pero había algo más en juego. No solo se trataba de ganar; se trataba de demostrar su valía, de mostrar al mundo que Kayn era un nombre que debía ser respetado. La idea de ser un enigma le daba poder, pero también lo llenaba de una soledad profunda. Ser Kayn significaba estar aislado, alejado de las conexiones personales que otros atletas disfrutaban.
Allen observó a Kamila con la concentración de un cirujano examinando un paciente. No era solo la belleza de su técnica lo que le fascinaba, sino la precisión milimétrica de cada movimiento, la fuerza contenida en cada salto, la elegancia que emanaba de cada giro. Pero bajo su mirada experta, no se le escapaban los pequeños errores, las sutiles imperfecciones que una mirada normal no podría detectar.
Un leve fruncimiento de ceño se dibujó en su rostro, un gesto casi imperceptible que reflejaba su análisis crítico. La perfección no existía, ni siquiera en el caso de una patinadora tan talentosa como Kamila.
Decidido a ayudar, Allen se alejó discretamente de la pista. Buscó un rincón fuera de la vista de los demás, donde la sombra lo cubriera como un manto. Se quitó el abrigo de lana que llevaba, revelando un traje negro impecable debajo. Con un movimiento rápido, se puso un abrigo negro de piel, más grueso y oscuro, que le permitía fundirse con la penumbra.
Se colocó la capucha, ocultando su cabello castaño, y se ajustó una máscara de diseño único, con detalles carmesí que resaltaban sobre el negro intenso. La máscara, una creación propia, era una obra de arte, un símbolo de su identidad como Kayn.
Con un paso firme, se dirigió hacia la pista. Kamila estaba tan concentrada en su práctica que no se dio cuenta de su presencia hasta que estuvo a su lado. Un escalofrío recorrió su espalda al sentir la sombra de su figura.
Allen se inclinó ligeramente hacia ella, su voz, ahora más profunda y grave, se escuchó como un susurro en la penumbra: "Kamila, ¿te importa si te doy algunas sugerencias?".
Kamila se giró, sorprendida. Reconoció la máscara, la había visto en las competiciones, la leyenda viviente, Kayn. La única persona que se atrevía a usar esa máscara. Su corazón latió con fuerza, una mezcla de asombro y nervios la inundó.
"Kayn...", murmuró, su voz apenas audible.
Allen asintió, su mirada penetrante se posó en ella. "He estado observando tu práctica. Tienes un gran talento, pero hay algunos detalles que podrías mejorar".
Kamila, con un nudo en la garganta, asintió. Su mente estaba en blanco, la presencia de Kayn la había paralizado.
Allen, con una sonrisa enigmática bajo la máscara, continuó: "La posición de tus pies en el aterrizaje del triple Axel podría ser más estable. Y en el giro cuádruple, podrías agregar un poco más de fluidez a la transición".
Kamila, recuperando su compostura, escuchó atentamente cada palabra. Su mente, ahora en alerta máxima, absorbía cada consejo como si fuera un tesoro.
Allen, con movimientos precisos y una técnica impecable, le mostró cómo corregir los errores que había detectado. Sus manos, cubiertas por guantes negros, se posaron sobre sus hombros, guiándola con suavidad.
Kamila se dejó llevar por su guía, sintiendo la energía que emanaba de Kayn, la pasión que ardía en su interior. Cada movimiento se volvía más preciso, más fluido, más poderoso.
Mientras Allen la guiaba, una mirada discreta los observaba desde un rincón. Era Eteri, una sonrisa misteriosa se dibujaba en sus labios. Ella había estado observando a Kayn desde que había llegado, su presencia era una intriga que la fascinaba.
La idea de que Kayn, el enmascarado, estuviera ayudando a Kamila, una de sus mejores alumnas, era un misterio que la intrigaba. ¿Qué relación había entre ellos? ¿Qué secretos se escondían bajo la máscara de Kayn?
Eteri se acercó a la pista, su mirada fija en ambos patinadores. La escena era surreal, un maestro del patinaje, un enigma envuelto en misterio, guiando a una de las mejores patinadoras del mundo. Eteri sintió una oleada de emoción. El campeonato se acercaba, y la competencia prometía ser épica.
La presencia de Kayn, la leyenda viviente, era un factor impredecible que podía cambiar el curso de la competencia. Eteri, con su mirada penetrante, observaba con atención, lista para descifrar el misterio que se escondía detrás de la máscara.
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